Poliedros (4)


Descanso
Originally uploaded by Glubeburne.
He llegado inundada de montaña y amigos, de pájaros sin nombre y utopías, de batidos de plátano y revoluciones sociales. He llegado inundada de todo esto a mi casa, después de perderme cuatro días en un lugar en el que nunca antes había estado pero que me ha resultado casi familiar solo porque quizá lo he soñado alguna noche. Ahora pienso en volver allí, bajo el faldón del Cadí, y emborracharme otra vez de vino blanco y charlar hasta morir de sueño y reir hasta despertar. Pienso en sentarme en el escritorio frente a la ventana dejando mi cabeza chocar contra los pinos para poder comerme el placer de disminuir el golpe con mi mirada y curar así el dolor del encuentro con el movimiento pausado y vertical de mis pestañas. Pienso, tantas cosas…y lo hago ahora que ya estoy de vuelta. Durante el tiempo del breve exilio no pensé nada. Respiré todo el aire que se dejó tocar y no tomé ninguna decisión de esas que, mientras navego entre edificios que no entiendo, creo que son importantes para una vida que quizá no sea la mía.

Poliedros (3)

La madre de Sara siempre tenía respuestas para todo, o al menos eso era lo que ella creía así que aquella tarde, al regresar de la escuela, antes de dejar la cartera, el movil, pillar la merienda y conectarse a internet, fue hasta la salita de estar y le dijo: “Mamá, tengo un amigo que se está yendo, ¿qué puedo hacer para detenerle?”. Su madre, que no entendía nada, respondió: “¿Un amigo que se está yendo, a donde?” Esa frase no era la que esperaba Sara, pensó que era poco importante saber hacía donde iba su amigo, en realidad ella tampoco lo sabía, era tansolo que se iba a cualquier otro lugar más o menos lejos de ella. En aquel momento no pudo imaginar que lo que sentía se llamaba tristeza y que por ella, cualquier respuesta la habría dejado igual de insatisfecha. Tampoco pudo imaginar entonces que con el tiempo empezaría a pensar que la tristeza, cuando la sacudía, debía dejarla reposar sin poder hacer absolutamente nada.

Poliedros (2)

Ejercicio nº1. Explicar algo que se entienda:

Me duele la cabeza, la mandíbula, toda la boca: me están saliendo las muelas del juicio!!!

Ejercicio nº2. Hacer una pregunta en referencia a algo que se supone que se entiende:

¿Porqué precisamente ahora me salen las dichosas muelas?

Ejercicio nº3. Responder a la pregunta:

No lo sé.


Frase del día:

E.G. :” Y tú, por qué no llevas zapatos?
O.: Porque me molestan.”

Supongo que me alegra saber que hay gente que pese a no entenderme sigue leyendo lo que escribo. Supongo que me alegra aún más saber que no soy la única que no me entiende.

Poliedros (1)

Y sin querer voy aprendiendo a no oir tu nombre después de cada nota. Y sin querer, porque quizá no quiero, te voy inventando para convertirte en cualquier otra cosa, en algo menos amado y menos deseado, en algo que me duela menos no tener.

Se han acabado las Historias de cartón.

La frase del día se me ha olvidado pero se ha quedado guardada en alguna parte del diálogo de "Rain People" de Coppola. Por cierto, ¿quien fue el traductor que le puso a esta peli el título de "Llueve sobre mi corazón"?

Historias de carton (38)

Después de saltar he tenido tiempo de volver a agarrarme al tobogán, justo antes de que mis pies pudieran tocar el agua de la piscina.
Me he estirado en la toalla y me he entretenido un rato pensando en nada.

Historias de cartón (37)

Una calle, un vado, un número de una puerta y un interfono al que cuando llamo me contesta una voz. Subo unas escaleras adornadas con espejos, figuras de bronce y hombres de metal. Esta entrada la he recorrido muchas veces y siempre cambia y siempre, casi inevitablemente, no sé porqué, creo recordarla más oscura de lo que en realidad es. Atravieso el primer pasillo, que sigue lleno, ahora de lámparas de techo, de pared, de suelo, mesas de centro, mesitas de noche: cosas. Lanzo un “hola” al aire y se cuela entre los objetos y llega a los despachos. Oigo teléfonos, uno siempre es el mio, oigo voces que son risas pausadas, que son risas de enfado, que son risas de risas, que se mezclan con las palabras, que también son pausas, enfados y risas. Un día concreto nadie me contesta porque todos los que sin saberlo me esperan y se alegran de mi llegada están demasiado ocupados para responderme. Así es a veces nuestro trabajo. Me detengo en el marco de la primera puerta y me quedo mirando. Espero poco para dar dos pasos y traspasar el primer despacho hasta asomar mi cabeza en otro, el de la izquierda, el único otro. Allí sentado está él, el que no habla porque ahora escucha. Me acerco y le doy dos besos. Una sonrisa.También hay cosas allí, de otros siglos, luces de otros tiempos. En un segundo esas cosas ya no son cosas sino recuerdos. Una sonrisa. Le doy una flor envuelta en un celofán. Una sonrisa. Le prometo que cada vez que lo vea le daré una, de cualquier color, sólo para que cuando le apetezca pueda ver algo bello, uffff, como él. Una sonrisa.

Y me voy para regresar a los teléfonos, las voces, los nervios, las prisas, mientras se me cuela un “espero que vangas a verme pronto”.

Y una semana más tarde vuelvo al mismo lugar y siguen las cosas pero él ya no está. Se ha llevado sus recuerdos y nos ha dejado las paredes vacías para que empecemos a colgar los nuestros.

Historias de cartón (36)

María, después de suicidarse, se fué a la playa. Se estiró en la arena y vió a un fantasma intentando tocar el agua del mar. El fantasma iba con tejanos y sin camiseta, el pecho blanco, nieve. Los codos rosados y en los brazos venas como ríos de lava. No tenía ojos. El fantasma se acercó al mar y el agua se le escapó entre los dedos de las manos. Después dió media vuelta y desapareció engullido por la masa de muertos que se tostaban al sol. María lo vió todo.

Historias de carton (35)

“Siento calor. Quiero levantarme del sofá y desenganchar su polipiel de la mia. “ Eso pensó María justo antes de hacerlo. Se levantó. Cruzó toda su casa en solo dos pasos y llegó al tendedero del patio interior. Se metió las manos en los bolsillos del pantalón y fue sacando uno a uno a todos sus amigos, hechos pelotillas, arrugados, cansados, casi rotos y los fue colgando con toda la delicadeza que pudo en las cuerdas de nylon. Luego se colgó ella.

Historias de cartón (34)

Todos sabían lo que iba a suceder, incluso ella. Había conseguido aquello que quería y ahora era el momento de cerrar un segundo los ojos, volverlos a abrir, respirar sólo un poco y salir corriendo. Huír. Así era su miedo: un alfiler que le pinchaba entre las piernas y la hacía moverse siempre de un deslugar a otro.

Historias de cartón (33)

Últimamente no tengo tiempo para escribir. Últimamente, también, todo lo que me rodea me sugiere alguna cosa. Ambas situaciones, juntitas, producen una acumulación de ideas dentro de mi cabeza que de seguir así va a estallar. Seré breve porque me estoy durmiendo. Seré dramática porque suelo serlo amenudo.

-Primer pensamiento:

Tengo unas ganas terribles de no ir a trabajar mañana, ni pasado, ni al otro... ¡Fin del contrato!

-Segundo pensamiento:

¡Qué bonito el rio Besós que aún estando contaminado muestra el reflejo de la puesta del sol sobre sus aguas y se olvida del olor, se olvida del ruido de los coches, de los barcos-cocacola flotando sobre su cuerpo y de que suele llorar cuando recuerda el color de los peces!


Frase del día:

"Por las noches oimos al fraile en el pasillo y a la niña fantasma tocando el piano".

Un vigilante.