El encanto de la ballena (35)

Ya desde niña nunca le gustó recubrir su habitación con corcho así que podría decir que su vida transcurrió siempre entre paredes salpicadas de agujeritos de chinchetas. Ahora era una mujer independiente, trabajadora, intelectual, ordenada, equilibrada, bella, misteriosa, justa y perfecta pero seguía colgando las fotos de la misma manera que cuando era chica. Anteayer descolgó el retrato de su último amor. Allí quedó, incrustado en la primera capa de yeso, el nuevo agujero al lado de otros que ya había intentado olvidar y no mirar. Mientras guardaba la foto en la caja de las fotos que un día colocaría en el álbum, le vino una extraña pregunta a la cabeza: “Porqué me enamoro siempre de hombres que no saben decir adiós?”. Hizo un esfuerzo por recordar las historias vividas en los últimos cinco años. Siempre había querido descubrir cual era el denominador común entre todos aquellos hombres…y allí estaba la respuesta: le gustaba enamorarse de hombres de papel de celofán. Eran delicados, extremadamente sensibles, translúcidos todos e incluso alguno transparente, como ella. Al abrazarlos podía escuchar el “cric-cric,crac-crac” de sus cuerpos, que se arrugaban y se hacían pequeños. Entendió entonces porqué siempre, despues de la lluvía, marchaban sin decir nada. Sus cuerpos de celofán, en contacto con el agua, se debilitaban, se convertían en celulosa y se deshacían hasta desaparecer. Así, era absurdo esperar una sola palabra, el adiós que marcara un punto y final. No era posible. Anteayer, después de lo de los agujeros, lo de la foto, lo del álbum, con la certeza de que algo se le había quedado adherido a la piel, decidió darse un baño. Al finalizar se envolvió el pelo en una toalla y el cuerpo en otra. Frente al espejo se miró y sintió ver algo. Creyó ser era ella con un deseo: “espero que el próximo hombre sea de césped verde de prado nuevo o de sal de mar o de ladrillos de colores pero…si no ha de ser así, prefiero que siga siendo de celofán: lo prefiero al cemento”.

El encanto de la ballena (34)

Las alegrías y las penas del pequeño Alfonso.

Con 90 cms. de altura fue sin duda el granjero más pequeño de Lituania. Nació en 1927 en un pueblo a 50 kilómetros del mar Báltico y dejó de crecer a temprana edad creyendo que un gallo había saltado sobre su pecho batiendo las alas, asustando así el futuro desarrollo de su cuerpo.

OjodePez

El encanto de la ballena (33)


"Te Necesito" Amaral. 2002.
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Alguien le había explicado que las mujeres eran complicadas. Ella, rehogada en su simpleza, se negaba a admitirlo. Lo único que tenía claro, y eso no implicaba bajo su criterio ningún tipo de complicación, era la mesa en la que quería sentarse siempre que llegaba a un café. En un segundo era capaz de valorar cual era el rincón donde había menos corriente de aire, el más acojedor. A ser posible, una mesa al lado de un ventanal, por si la conversación decaía, tener una excusa para quedarse ensimismada con la gente que pasaba por la calle…y entonces, dejarse acompañar de la belleza de las palabras que quizá no se atrevía a pronunciar. No fue extraño pues, que aquella tarde, cargada con su bolso y sus tonterías, se dirigiera en linea recta hacía el lugar escogido, sin dudarlo, en sólo un segundo. En una de las dos sillas, casualmente, porque las cosas bonitas suelen suceder por casualidad, estaba sentado él. Ella se desplomó a su lado y se perdió entre las palabras, las risas, la vergüenza de la inmadurez, con dos coletas, extrañamente enamorada de nuevo, estúpidamente quinceañera, arrojando a destajo frases imbéciles, poesía de calle, bobadas, besos imaginados, abrazos que querían significar otra cosa. Cuando fue demasiado tarde para volver atrás y haber evitado todo aquello que ahora ella sentía, sin querer escuchar oyó decirle: “Perdona, esa silla ya está ocupada”.

Hoy es domingo. Está a punto de llover. Ha recogido el tendedor con la colada que ha colgado esta mañana cuando todavía creía que podía salir el sol y ha intentado entrarlo en su piso enano comprobando una vez más lo inútil que le resultan sus manos cuando realiza actos cotidianos. El tendedor se desmontaba, no atravesaba las puertas, los calcetines se caían, las pinzas se despiezaban, las camisetas resbalaban. Ante tal desastre y tal inutilidad se ha puesto a llorar y ha empezado a llover. Siendo sincera consigo misma, se ha dado cuenta de que la montaña de ropa esparcida por el suelo nada tenía que ver con su tristeza. Ha deseado creer a ese alguién que una vez le dijo que las mujeres eran complicadas porque quizá así, siendo complicada, hubiera gastado más de un segundo en elegir la mesa donde le habría gustado sentarse, ganando un tiempo preciososo que hubiera aprobechado para darse cuenta de que aquella silla no era su lugar.

El encanto de la ballena (32)


Waiting on an angel
Originally uploaded by Glubeburne.



Waiting on an angel.
One to carry me home.
Hope you come to see me soon, cause I don't want to go alone,
I don't want to go alone.

Now angel won't you come by me.
Angel hear my plea.
Take my hand, lift me up so that I can fly with thee,
so that I can fly with thee.

And I'm waiting on an angel.
And I know it won't be long to find myself a resting place in my angel's arms,
in my angel's arms.

So speak kind to a stranger, cause you'll never know, it just might be an angel come,
Oh- knockin' at your door, Oh- knockin' at your door.

And I'm waiting on an angel.
And I know it won't be long to find myself a resting place in my angel's arms,
Oh- in my angel's arms.

Waiting on an angel.
One to carry me home.
Hope you come to see me soon, cause I don't want to go alone,
I don't want to go alone,
don't want to go,
I don't want to go alone.

Ben Harper

El encanto de la ballena (31)

La habitación está casi a oscuras o es que yo ya no sé donde esta la luz…me acerco a la ventana y bajo la persiana. Ahora los vecinos no nos pueden ver desde el otro lado de la calle. Estirado en la cama está mi padre. Me siento a su lado. Empezamos a hablar hasta que callo y sólo escucho. Llevo treinta años queriendo a mi padre y no sé quien es. Y mi madre…tampoco. ¡Qué absurda ha sido la conversación con ella esta noche! Le explicaba que hoy me había ganado a pulso eso de ser una mujer trabajadora, que había sido un día muy duro, que estaba muy cansada y que tenía ganas de irme a dormir pensando que mañana sería diferente. En ese momento, creo que sin pensarlo demasiado, ella me ha contestado: “mañana, cuando salgas de casa, justo al pisar la acera de tu portal, santíguate”. Acto seguido le he preguntado que para qué, si yo no creía en dios. Ha alucinado. Creo que le ha sorprendido más mi frase que cuando le expliqué que quería ser actriz, no casarme, irme a ver ballenas y ser madre soltera. ¿Cómo es posible? Y en ese proceso de alucinación ha insistido diciendo que si no creía en dios en que creía. Y yo, también por insistir y dejar bien clara mipostura, le he dicho, de la forma más espontanea posible, que no creía en nada. Nunca es tarde para ir conociéndonos.

Repito que hoy ha sido un día complicado, sobrecargado de trabajo y rebosante de emociones. Agradezco poder llegar a casa y leer los comentarios que vais dejando en el blog, aunque a algunos de vosotros tampoco os conozca. No sé muy bien que decir de tantas cosas que tengo en la cabeza…

Hoy es el día perfecto para comerme un recuerdo.

Muchas gracias a todos.

El encanto de la ballena (30)

Reflexion:

¡Joder! ¡Que difícill es colgar una cortina cuando no tienes escalera!


Pregunta:

¿Los besos caducan?


Estribillo:

Well I knew I'd say goodbye
Though it's not my time to cry
And forever and for no one I will let it all go by
And to be myself completely I've just got to say goodbye.
Well my heart has fallen down
Thought I'd talked myself around
Though we say goodbye and wonder
What's to know and who's to blame
But to be myself completely I will love you just the same.


Belle & Sebastian
To Be Myself Completely

El encanto de la ballena (29)

Ahora me apetece llamarte por teléfono y preguntarte si los trombones se fabrican a medida del músico. No tengo ganas de que me cuelgues…Nunca antes como en esta primavera había sentido tantas ganas de que llegara el verano. Me estoy equivocando.