Donde a veces estoy (13)

Con el paso del tiempo cada vez pesan más los libros y las tazas y los cojines de colores. La jauría de perros que tanto me molesta suena al otro lado mientras en este en el que estoy, la voz propia se convierte en azucar. Lo que más me cuesta es descolgar los cuadros porque presiento que esos actos serán arañazos en el pasado, la evidencia de que se despegan las manos de las paredes que ahora me resguardan. Pero se vienen conmigo las manos y se quedan los arañazos y los llantos junto a la buganbilia, las tazas de café en el primer escalón, la mancha de humo de tabaco en el techo del salón, la fuga de las pompas de jabón entre el agua de la bañera, las conversaciones de sofá, las fiestas en la terraza, la lucha por derribar muros, las alucionaciones y una parte de mi soledad. Por dios que me abandone la rima estúpida. He pensado que también se queden las rosas secas de Sant Jordi. El limonero se quedará también para mimar otra mirada. No entiendo porqué me llevo los cd's y dejo la hiedra.

Donde a veces estoy (12)

He querido acariciar su cabeza efímera y al hacerlo, sus ojos se han perfilado con tinta roja. Ha latido y su golpe me ha derrumbado. No sé como atar nuestro amor a una piedra mientras sigue creciendo el rosal y el limonero dando limones. Suena un vals. Miro y voy despidiéndome. Miro y voy.

Donde a veces estoy (12)

Hay cosas que van pasando y cosas que pasan de verdad.