Poliedros (15)

Vacaciones!!!

“Volveré a sentarme con los míos
volveré a compartirme en mi alegría
volveré “pa” contarte que he “soñao"
colores nuevos, días claros.”


Pokito a poko
Chambao

Poliedros (14)

Cuando vuelvas, podrás ver grabadas en las paredes que envuelven mi cama las notas en clave de fa de la nana que cada noche te canto. Cuando vuelvas, te devolveré tu silencio.

Poliedros (13)

Tengo dificultades con el lenguaje HTML!!!! Ya no estoy segura de como es esta página!!!! No se lo que ve la gente!!! No se lo que veo yo!!!! El texto se sobrepone a la imagen y no quiero entender con eso absolutamente nada más que algo tan simple como que no puedo leer lo que escribo porque hay una imagen que lo tapa todo!!!

¿Por qué lo mismo parece diferente cuando el camino que te lleva a verlo es distinto? Me explico: por qué si llego al blog por el buscador es diferente a que si lo hago por la página flickr? A ver si a mi edad voy a empezar a romperme la cabeza con filosofía informática. Una ya no está para sustos!!!!!

Poliedros (12)




-"¿Ha desaparecido la tristeza?"
-"No porque me sigue impactando la injusticia del mundo. Ahora soy mitad luz y mitad sombra"




Entrevista a Christine Spengler en La Vanguardia.

Poliedros (11)

Mario tiene muchos problemas para calcular el tiempo, contarlo, medirlo, tocarlo. A Mario siempre se le queman las tostadas.

Poliedros (10)

Poliedros (9)

Ayer, a través de la ventanilla de su coche, vió a un niño que en su mano derecha llevaba una madre y en la izquierda una pistola de plástico. Sintió miedo. Ayer alguien le dijo, mientras le miraba a los ojos, que después de haberle escuchado le seguiría a cualquier parte y por eso, también sintió miedo. Ayer necesitó palabras para llamar a cada cosa por su nombre y así poder explicarse, entenderse.

Poliedros (8)


Los mus los (reciclando 5)
Originally uploaded by Glubeburne.
“ en el centro de esos reflejos reunidos, las partes demasiado rosadas de sus muslos adoptaban las tonalidades de uno de esos Renoir en los que, exhibido violentamente en el resplandor del sol pero cautivo todavía en una penumbra de molino, el moldeado malva de las carnes surge más desnudo por tener sombras de oro, de trigo púrpura.”
Vidas minúsculas
Pierre Michon

Poliedros (7)

Sopló el viento y su cuerpo, una hoja de papel, se precipitó por la ventana. Descendió los once pisos de su bloque en la Meridiana haciendo zigzag y perdiendo en cada movimiento una palabra de la historía que había ido escribiendo sobre si mismo. Cuando llegó al suelo, el charco de lluvía de la noche anterior aún seguía vivo. Cayó en él. Su cuerpo se desmembró.

Poliedros (6)

Soñó que le regalaban un niño de piel color mármol rosado. Con esa imagen y un secreto llegó a la casa donde le esperaban su padre, su madre y su abuela. Llegó con ganas de preguntarles a todos si, como ella, también guardaban algún secreto. Pero las ganas se le olvidaron justo en el preciso instante en el que atravesó la puerta. Se sentó en la mesa del cuarto pequeño y comió unos macarrones buenísimos, bebió agua y notó de nuevo un silencio que de haber estado sola no le hubiera parecido incómodo. Después del cortado, disparó mil razones por las que era importante irse y que su familia, pese a no entender, creyó. Luego se despidió de su padre que no se levantó de la silla. Cruzó el pasillo y vió a su abuela lavando los platos. Sin dejar que sacara las manos del fregadero le abrazó todo el cuerpo y le dio un beso en la nuca. Le recordó lo guapa que estaba y que no se preocupara que pronto iría a verla. Su abuela se giró, la miró desde abajo, se secó las manos en el delantal y le dijo que como no iba a estar ella, ahora que podía, tan guapa, con la de cosas que “había pasao”. Le recordó en siete segundos la historia de su vida: lo de la muerte del abuelo, lo de ella sola, con cuatro, en “una Barcelona” y le desveló, entremedio de lo que oía y ya sabía, un secreto. Su madre, que había llegado a la cocina, también lo oyó. Nadie dijo nada, solo se miraron. Tras una breve pausa iniciaron un suculento debate sobre la posibilidad de comprar o no un pájaro de esos de “los chinos” que van con pilas y que cantan cuando haces algún ruido, teniendo en cuenta que hacía dos días que a su abuela se le había muerto el periquito y había expresado su deseo de no volver a querer tener otro de verdad. Con este dilema en la cabeza y dos secretos se puso el casco, encendió la moto y se fue.