El encanto de la ballena (37)

Podría ser que hoy
fuera uno de esos días increíbles.

Honrado ciudadano de Occidente
La buena Vida

El encanto de la ballena (36)

La mujer independiente, trabajadora, intelectual, ordenada, equilibrada, bella, misteriosa, justa y perfecta es, al mismo tiempo, dependiente, vaga, ignorante en todo, desordenada, vive en un carrito de noria, es rústica y bajita, palanganera, transparente, boba casi tonta, injusta, imperfecta y muy tozuda. Amenudo roza la locura cuando se pierde en lo que piensa. Ama de la misma manera el día y la noche. Se contradice. Es todas las cosas en el mismo instante. Si alguién se permitíera el placer de aparecer a escondidas y gritarle desde atrás que es egoísta a ella sólo se le ocurriría, quizá porque es un ser limitado, llamarle por teléfono y decirle a ese alguien que está equivocado porque… de entre todo lo humano que en ella existe, precisamente no encuentra nada que se parezca al egoísmo ni tampoco nada que no sea dolorosamente sincero. Probablemente, e intentaré seguir escribiendo en el mismo tiempo verbal, si ella llamara, aprovecharía la ocasión para decirle a ese alguién adiós: una palabra que él, por ser demasiado cobarde, habría sido incapaz de pronunciar. Y todo esto es sólo probable porque esa mujer no existe, aunque lo intente. No existe: sólo está en mi cabeza.