La cueva del deseo (1)

"Una noche, como de costumbre, observaba el cielo con mi telescopio. Noté que en un galaxia distante cien millones de años luz se destacaba un cartel donde se había escrito:
"TE HE VISTO."


Las cosmicómicas
Italo Calvino

Crónica del bote de conservas (44)

¿Quién soy yo para juzgar al hombre que un día, hace ahora más de un año, me secuestró para encerrarme en lo alto de la torre de un castillo que él mismo había inventado para mí?
¿Quién soy yo para juzgar al hombre que un día, hace ahora más de veinticinco años, me atrapó entre sus manos, acariciando mi cuerpo demasiado blanco, demasiado infantil, demasiado ingenuo?

¿Quiénes sois vosotros para juzgar mi vergüenza?

¿Quiénes sois vosotros para juzgar mi miedo?

¿Quiénes sois vosotros?

Crónica del bote de conservas (43)

At my door the leaves are falling
A cold wild wind has come
Sweethearts walk by together
And I still miss someone

I go out on a party
And look for a little fun
But I find a darkened corner
because I still miss someone

Oh, no I never got over those blues eyes
I see them every where
I miss those arms that held me
When all the love was there

I wonder if she's sorry
For leavin' what we'd begun
There's someone for me somewhere
And I still miss someone


I still miss someone
Johnny Cash

Crónica del bote de conservas (42)

El interlocutor eres tú.

Crónica del bote de conservas (41)

¿Serías capaz de llegar hasta mi casa, atravesar la puerta y sentarte en el sofá conmigo a esperar que el día transcurriera con esa cadencia lenta que me está abrasando?

Crónica del bote de conservas (40)

Le gustaba fantasear mientras construía montañas de jabón con el detergente para prendas delicadas. También las construía con el lavavajillas acción total y aunque las montañas eran más densas y más perfectas, no olían igual y fantasear no parecía ser lo mismo, así que prefería hacerlo con el jabón de la ropa de lavar a mano. Se desprendía de los anillos de plata, de las pulseras de baratillo y del Cassius del tiempo. Introducía la prenda y se dejaba acariciar por las rayas, las sedas y los botones pequeños notando siempre que el agua estaba fría. A veces cerraba los ojos y al abrirlos descubría su imagen plantada en el espejo del baño. Alternaba su viaje fantástico entre los globos de espuma que depositaba uno encima de otro y la fotografía de ella misma. Saltaba desde los picos de las montañas de jabón hasta el centro negro de las pupilas de sus ojos. Así volaba los días que tocaba lavar a mano. Hoy esa mujer que no puede hablar, ni cantar, ni escuchar, ni saludar por las mañanas, ni acariciar a su pez, esa misma mujer, ha llenado el lavamanos de agua, ha sumergido una camiseta y se ha puesto a llorar.

Crónica del bote de conservas (39)

Les explico que me he quedado un poco vacía y entonces ellos me preguntan: ¿Cómo que un poco vacía? ¡O estás llena o estás vacía!” Insisto: estoy un poco vacía. Así que sin que me entiendan, sin que les entienda y sin que nos entendamos, nos vamos cada uno por su nuestro lado. Seguimos paseando por el camino y casi nos rozamos. Ahora, justo ahora, entra por la puerta “mein Mitbewohner". Se acerca demasiado hasta tocarme. Me acaricia la espalda. Salpica las yemas de sus dedos por mi nuca. Me retira el pelo. Está soplando. Quiero que se vaya. Se va.

Me pesan las palabras. Nunca me había pasado antes. Ahora recuerdo a tantos otros que han soplado mi nuca. Recuerdo cuando me dijeron lo maravilloso que era que te acarician la cara aunque las manos no tuvieran dedos.

Voy a cumplir un sueño. Voy a buscar abrazos.

El riesgo de escribir cuando sientes que te pesan las palabras es que quizá no se entiende nada.

Crónica del bote de conservas (38)

Un ser enano llegó a la ciudad con una bombilla, se subió a un árbol y la encendió. Mirando al suelo dijo: ¡He inventado una farola! A partir de ese día las estrellas decidieron irse a otro planeta y la ciudad empezó a desaprender cómo anochecer.

Una mañana un niño tiró una piedra a la farola y cayeron sobre el asfalto de la ciudad ciento diecisiete trocitos de cristal. Cuando el sol se hubo escondido, el cielo se tornó de un oscuro casi negro.

Aquel día sin estrellas una niña pisó un cristal y brotaron de su pie herido centenares de globos encarnados. La ciudad se volvió roja

Ahora la ciudad ya ha aprendido, cada noche, a tornar su cielo de un negro rojo casi oscuro mientras una niña, un niño y un enano escuchan como gritos los susurros de estrellas que no quieren regresar.