Crónica del bote de conservas (40)

Le gustaba fantasear mientras construía montañas de jabón con el detergente para prendas delicadas. También las construía con el lavavajillas acción total y aunque las montañas eran más densas y más perfectas, no olían igual y fantasear no parecía ser lo mismo, así que prefería hacerlo con el jabón de la ropa de lavar a mano. Se desprendía de los anillos de plata, de las pulseras de baratillo y del Cassius del tiempo. Introducía la prenda y se dejaba acariciar por las rayas, las sedas y los botones pequeños notando siempre que el agua estaba fría. A veces cerraba los ojos y al abrirlos descubría su imagen plantada en el espejo del baño. Alternaba su viaje fantástico entre los globos de espuma que depositaba uno encima de otro y la fotografía de ella misma. Saltaba desde los picos de las montañas de jabón hasta el centro negro de las pupilas de sus ojos. Así volaba los días que tocaba lavar a mano. Hoy esa mujer que no puede hablar, ni cantar, ni escuchar, ni saludar por las mañanas, ni acariciar a su pez, esa misma mujer, ha llenado el lavamanos de agua, ha sumergido una camiseta y se ha puesto a llorar.

1 Comments:

Blogger Grock said...

Joder... con lo bien que iba, como no, ese giro final me tumbó.

lunes, 11 diciembre, 2006  

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