Crónica del bote de conservas (38)
Un ser enano llegó a la ciudad con una bombilla, se subió a un árbol y la encendió. Mirando al suelo dijo: ¡He inventado una farola! A partir de ese día las estrellas decidieron irse a otro planeta y la ciudad empezó a desaprender cómo anochecer.
Una mañana un niño tiró una piedra a la farola y cayeron sobre el asfalto de la ciudad ciento diecisiete trocitos de cristal. Cuando el sol se hubo escondido, el cielo se tornó de un oscuro casi negro.
Aquel día sin estrellas una niña pisó un cristal y brotaron de su pie herido centenares de globos encarnados. La ciudad se volvió roja
Ahora la ciudad ya ha aprendido, cada noche, a tornar su cielo de un negro rojo casi oscuro mientras una niña, un niño y un enano escuchan como gritos los susurros de estrellas que no quieren regresar.
Una mañana un niño tiró una piedra a la farola y cayeron sobre el asfalto de la ciudad ciento diecisiete trocitos de cristal. Cuando el sol se hubo escondido, el cielo se tornó de un oscuro casi negro.
Aquel día sin estrellas una niña pisó un cristal y brotaron de su pie herido centenares de globos encarnados. La ciudad se volvió roja
Ahora la ciudad ya ha aprendido, cada noche, a tornar su cielo de un negro rojo casi oscuro mientras una niña, un niño y un enano escuchan como gritos los susurros de estrellas que no quieren regresar.
2 Comments:
"ciento diecisiete trocitos de cristal". ¿Quien los contó?
Muy bonito. Como no podía ser de otra forma.
Estoy de acuerdo, precioso.
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