Bajo la sombra de una acacia (16)

No sé si alguna vez ya he colgado algún frangmento de esta canción...me sigue pareciendo preciosa...así que no me importa volverla a colgar...ahora...que está apunto de llover...


Shadows are falling and I've been here all day
It's too hot to sleep time is running away
Feel like my soul has turned into steel
I've still got the scars that the sun didn't heal
There's not even room enough to be anywhere
It's not dark yet, but it's getting there

Well my sense of humanity has gone down the drain
Behind every beautiful thing there's been some kind of pain
She wrote me a letter and she wrote it so kind
She put down in writing what was in her mind
I just don't see why I should even care
It's not dark yet, but it's getting there

Well, I've been to London and I've been to gay Paree
I've followed the river and I got to the sea
I've been down on the bottom of a world full of lies
I ain't looking for nothing in anyone's eyes
Sometimes my burden seems more than I can bear
It's not dark yet, but it's getting there

I was born here and I'll die here against my will
I know it looks like I'm moving, but I'm standing still
Every nerve in my body is so vacant and numb
I can't even remember what it was I came here to get away from
Don't even hear a murmur of a prayer
It's not dark yet, but it's getting there


Not dark yet
Bob Dylan

Bajo la sombra de una acacia (15)



Hay veces que tengo la sensación que la vida es como un jersey que me viene grande. Me cuelgan tanto las mangas que resulta imposible que cualquiera de los dedos de mis manos aparezca al final de ellas. La obertura del cuello deja siempre al descubierto medio hombro, el izquierdo o el derecho, de manera aleatoria y es por eso que aún vestida, me siento medio desnuda y tengo frío. Salgo a la calle cada día, disfrazada con mi jersey y deambulo perdida entre las aceras y los kilómetros de lana. Eso sí: es como un enooooooorme jersey de lana. Quizá algún día, después de tomar mucha leche, mi cuerpo y algo más que eso decida crecer y adaptarse a esa pieza de ropa sintiendo, así, como todos los pelillos de lana acarician mi piel. Mientras tanto sólo puedo intentar arremangarme y pedirte la bufanda antes de salir a pasear.

María 1972
Pintura de Antonio López

Bajo la sombra de una acacia (14)

"Dóciles a prejuicio inventerado de que hablando nos entendemos, decimos y escuchamos tan de buena fe, que acabamos muchas veces por malentendernos mucho más que si, mudos, procurásemos adivinarnos."

José Ortega y Gasset
Prólogo para franceses.
La rebelión de la masas
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Bajo la sombra de una acacia (13)

Estoy volviéndome loca pero… poco a poco, sin prisa. Quizá, quizá es una de las palabras que más me gusta. Es breve y me resume. Me sustenta la duda, me alimenta la esperanza, me abraza en amarillo. Quiero reír y contagiar, sólo eso. Mis verbos quieren invitar mientras mis nombres me esconden. Sólo eso.

Bajo la sombra de una acacia (12)

Ayer por la noche me puse el chal de mi abuela y me fui a un bar. No sé si es cierto eso de que todas las mujeres, cuando llegamos a un bar, siempre tenemos claro en que mesa preferimos sentarnos, que no nos es lo mismo una que otra…quizá sólo me ocurre a mi…quizá no tengo otra cosa en que pensar, cuando llego sola a un bar, que elegir la mejor mesa…Ayer lo tuve tan claro que llegué a sorprenderme. Tuve la sensación que la mesa me estaba esperando mientras susurraba mi nombre. Estaba en una esquina. Era pentagonal, una forma poco habitual, custodiada por una única silla, también de madera y con cuatro patas. Me senté y apoyé la cerveza encima de la mesa. Ese fue el momento en el que me di cuenta que la mesa cojeaba. Cada uno tiene sus manías: yo no soporto que se queden abiertas las puertas de los armarios, ni comparto los cigarros y odio que las mesas cojeen. Cuando esto último sucede siempre busco un cartoncito, o doblo una servilleta o, si estoy especialmente sociable, le pido al camarero un azucarillo para utilizarlo de cuña, pero ayer, cuando me agaché para detectar cual era la pata coja, me di cuenta que el suelo era completamente irregular y que la mesa estaba rota. Para arreglarla habían atado una cuerda de esparto que impedía que la mesa se desmontara a piezas y pudiera, así, seguir aguantando nuestras cervezas. Comprendí que sería imposible evitar un leve tintineo cada vez que diera un sorbo así que decidí aceptar a la mesa tal cual era. Reclinado entre el suelo y una de las paredes de la esquina donde había decidido sentarme, había un espejo de los que llaman de cuerpo entero. Me había parecido bonito. No estoy segura si es el adjetivo que mejor lo define pero, sea como sea, el conjunto de mesa, silla y espejo, me resultó acogedor, algo entrañable, adecuado para la ocasión. En el momento de mi elección ni se me pasó por la cabeza que estaría sentada a diez centímetros de mi propia imagen, viéndome de reojo, allí estampada, con el chal, la silla, la cerveza y la mesa coja. Paradójicamente, mi imagen y yo parecíamos ser transparentes para otros ojos que no fueran los míos. Entraron en el bar personas con las que alguna vez me había emborrachado, con las que había intercambiado inquietudes… pero no me reconocieron. Tengo memoria fotográfica y eso hace que no me acuerde de un nombre pero que nunca olvide una cara. Esto, no sé si es una virtud u otra manía…en fin… Supongo que ser transparente, cuando no quieres serlo, es incómodo, de la misma manera que lo es cuando quieres atravesar una puerta automática y el detector de movimiento no te reconoce y te quedas plantada sabiendo que la única opción para pasar es ponerte a dar saltitos con cara de gilipollas frente a una puerta de cristal. Así que, ante la idea de levantarme, aparecer con cara de idiota y recordar a no se quien cual era mi nombre, preferí seguir sentada y esperar a que empezara la sesión. Las luces no tuvieron que apagarse porque el bar ya estaba a oscuras. Sin esperarlo, o porqué no reconocerlo, esperándolo demasiado, llegó un viejo conocido sorprendido de que yo hubiera vuelto, de que hubiera decidido ir al bar. Se sentó cerca de mí y le prometí salir a leer justo después de él. Así lo hice. Estando en el pequeño escenario, bajo un odioso haz de luz que pretendía hacernos sentir que lo que allí sucedía era importante, desparramé el cachito de un texto que tenía guardado en el bolso. Por unos instantes deseé volver al rincón con mi silla pero deseé más leer y confesar ante todos los que estaban en la sala, a todos los que no me conocían y también a los que no me recordaban, que desde hacía varios días no podía escribir porque me tenía atrapada el dolor por la muerte de un amigo. No sé si entendieron algo, no sé si lo entiendo ni yo. Deseé que mi amigo muerto hubiera estado sentado entre la oscuridad de los que escuchaban. Sólo a ellos les hablé de ese tipo de muerte que nada tiene que ver con el cuerpo, sino con la distancia. De esa muerte que transforma incomprensiblemente cualquier detalle en recuerdo y que de no ser por la nostalgia, precipitaría cualquier recuerdo hacía el olvido. Supongo que no necesito la aprobación de nadie para seguir deseando. Quizá mi amigo algún día resucite y quiera escuchar lo que leo o leer lo que escribo. Mientras tanto seguiré yendo sola a bares en los que quizá encuentre mesas cojas que me enseñen a aceptar y amar las cosas tal como son.

Bajo la sombra de una acacia (11)



And their tears are filling up their glasses

Para S.

Bajo la sombra de una acacia (10)

Debajo de una piedra, entre la humedad y el olvido, se escondió una noche una historia de amor. Podría haber llegado cualquier ser despistado y haber dado una patada a la piedra. El acto, inútil, hubiera destapado la historia precipitándola hacía la oscuridad del bosque. Pero esto, por suerte para la historia, no sucedió, así que pasaron los días, con sus almas y sus eclipses y la historia se dejó crecer, mezclándose sin querer con la tierra y las lombrices. Entre tanto crecimiento el hombre de la historia le dijo a la mujer: tienes los ojos del color de la miel y la mujer, relamiéndose, le dijo al hombre: tienes los ojos del color del mundo. Cualquier ser despistado se preguntaría como es posible verse los ojos debajo de una piedra. Esta pregunta también es inútil.

Bajo la sombra de una acacia (9)

“Cada mirada que vuelve, conserva un sabor
de hierba y de cosas impregnadas del sol del ocaso
sobre la playa. Conserva un aliento del mar.
Como un mar nocturno es esta sombra vaga
de ansias y antiguas emociones, que el cielo roza
y cada noche regresa. Las voces muertas
se parecen al embate de ese mar.”



Otra vez Natalia Ginzburg con Las pequeñas virtudes

Bajo la sombra de una acacia (8)

A veces, ser honesta me duele, pero no serlo, siempre me duele más.

I'm a living sunset
Lightning in my bones
Push me to the edge
But my will is stone

Fools will be fools
And wise will be wise
But i will look this world
Straight in the eyes

What good is a man
Who won't take a stand
What good is a cynic
With no better plan

Reality is sharp
It cuts at me like a knife
Everyone i know
Is in the fight of their life

Take your face out of your hands
And clear your eyes
You have a right to your dreams
And don't be denied

I believe in a better way


Better Way
Ben Harper

Bajo la sombra de una acacia (7)



La otra tarde pude ver las manos que me criaron. Eran pequeñas y estaban llenas de arrugas. Casi por casualidad, como suelen suceder las cosas más bellas, esas manos se pusieron a lado de las mías, sobre el mantel de domingo, y me preguntaron en voz diminuta: “¿A ver tus venas? De repente vi ríos, montañas y casi toda una vida recogida en unas manos, las suyas, las mismas que me habían acariciado y puesto el palo de una escoba encima de una mesa a la hora de comer. Las imaginé esquilando ovejas, levantando la valla del paso de un tren, haciendo tortillas con patatas y cuentas con un lápiz, fregando escaleras y tapando un rostro que tantas veces había llorado y con el que ahora, casi cien años más tarde, no podía dejar de sonreír.

Bajo la sombra de una acacia (6)

Os invito a que cerréis la puerta conmigo y pongáis vuestros dos zapatos al lado de los dos míos. Luego nos podemos abrazar y mirar desde el sofá, medio sentados, como los zapatos aguardan callados. Entiendo que es cobarde sólo imaginar mientras soy yo la que inventa sofás en cada esquina, aprieto los dientes, muerdo mis lenguas, cierro la boca y oigo como los ríos se mofan de mi silencio. Antonia va perdiendo zapatos: los deja en las aceras, en las repisas, colgados de los cables de la luz, al lado de la basura. Quizá Antonia también quiere que se sienten un rato con ella y disfruten de su compañía aunque sea medio tonta, medio boba y medio fea. No tengo ni argumentos ni razones que expliquen porqué Antonia y yo vamos perdiendo zapatos si sólo necesitamos que nos abracen.

Bajo la sombra de una acacia (5)

Para empezar decidió escoger un verbo: pensar, sentir, creer… Cualquiera le parecía insuficiente. ¡Escupir! ¡Ese era el verbo! Durante demasiado tiempo había sido un barco, feliz de navegar en el mar, contaminado de redes, rodeado de peces a los que admiraba siempre más libres que a las velas de si misma. Pero aquella noche, justo la noche anterior a la mañana en la que se levantó para buscar el verbo exacto, encontró, revuelto entre los calcetines de rayas, un norai gigante y frío escondido bajo las sábanas de su amada Finlandia. El alcohol la había amarrado al norai y ahora necesitaba escupir para poder desatarse de él. Como tantas otras veces, quiso gritar hasta romperse. Por culpa de los años, la estúpida experiencia y todo lo aprendido, empezó a entender que nunca sería un barco a trocitos.

Bajo la sombra de una acacia (4) o El reverso de la obligación (1)

Este post es un reverso sin obligación ninguna: lo hago con mucho gusto. En el lugar del post está el comentario y en del comentario, el post.

Nyota dijo:

“La mentira es la única verdad que existe. Y la libertad pensamos que existe pero es un engaño más, siempre estamos obligados a escoger… ¿Eso es libertad?
Nos denominamos ‘libres’ desde un punto de vista jurídico-social, pero no lo somos, tan sólo disponemos de un cierto albedrío y poco más. Para encontrar la verdadera libertad uno tiene que buscar en el reverso de la obligación”