Bajo la sombra de una acacia (5)

Para empezar decidió escoger un verbo: pensar, sentir, creer… Cualquiera le parecía insuficiente. ¡Escupir! ¡Ese era el verbo! Durante demasiado tiempo había sido un barco, feliz de navegar en el mar, contaminado de redes, rodeado de peces a los que admiraba siempre más libres que a las velas de si misma. Pero aquella noche, justo la noche anterior a la mañana en la que se levantó para buscar el verbo exacto, encontró, revuelto entre los calcetines de rayas, un norai gigante y frío escondido bajo las sábanas de su amada Finlandia. El alcohol la había amarrado al norai y ahora necesitaba escupir para poder desatarse de él. Como tantas otras veces, quiso gritar hasta romperse. Por culpa de los años, la estúpida experiencia y todo lo aprendido, empezó a entender que nunca sería un barco a trocitos.