El encanto de la ballena (36)

La mujer independiente, trabajadora, intelectual, ordenada, equilibrada, bella, misteriosa, justa y perfecta es, al mismo tiempo, dependiente, vaga, ignorante en todo, desordenada, vive en un carrito de noria, es rústica y bajita, palanganera, transparente, boba casi tonta, injusta, imperfecta y muy tozuda. Amenudo roza la locura cuando se pierde en lo que piensa. Ama de la misma manera el día y la noche. Se contradice. Es todas las cosas en el mismo instante. Si alguién se permitíera el placer de aparecer a escondidas y gritarle desde atrás que es egoísta a ella sólo se le ocurriría, quizá porque es un ser limitado, llamarle por teléfono y decirle a ese alguien que está equivocado porque… de entre todo lo humano que en ella existe, precisamente no encuentra nada que se parezca al egoísmo ni tampoco nada que no sea dolorosamente sincero. Probablemente, e intentaré seguir escribiendo en el mismo tiempo verbal, si ella llamara, aprovecharía la ocasión para decirle a ese alguién adiós: una palabra que él, por ser demasiado cobarde, habría sido incapaz de pronunciar. Y todo esto es sólo probable porque esa mujer no existe, aunque lo intente. No existe: sólo está en mi cabeza.

1 Comments:

Blogger tirant said...

Con o sin adjetivos, ¡qué bien te expresas! Si no fuera porque insistes en que se trata de un personaje de pura ficción, creería que el encanto de la ballena 36 ventila un pique personal con algún comentarista del encanto de la ballena 35.

miércoles, 19 abril, 2006  

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