El encanto de la ballena (27) o La ballena encantada naufragando en el discurso logico (1)

De vez en cuando sentía curiosidad por recordarse. No quiero ser melancólico. Abría cualquier página de su diarío. Voy despacio. Releía los parágrafos escritos. Pero…¿a dónde voy?

A mi sólo me apetecía pasar un rato contigo. Invitarte a tomar una cerveza y explicarte, si me lo hubieras permitido, que no es vivir solo lo que me da miedo sino morir solo. Me importaba más bien poco no conocerte, de veras. Es probable que después de la charla tu no me conocieras más... Solo habríamos estado un rato juntos. Mientras tanto seguiré pensando. Discutiré conmigo. Hoy inventaré la imagen del hombre que esperaba en el andén, con efecto humo, siempre de noche. Descompondré cada detalle de la llegada de los niños a la estación con fondo de ese hombre que espera. Manos que agarran otras manos. Los llantos se pierden porque no saben a donde van. ¡Ignorantes!-. grita el dios justicia-¡Ignorantes! ¿es que no sabeis que de nada sirve llorar porque en el lugar hacia donde van vuestros cuerpos no hay nadie que pueda escuchar vuestro llanto? Pero al dios justicia tampoco lo puede escuchar nadie. ¡Como pesa la imagen de la estación de tren en mi cabeza ahora que siento perdidos todos esos gritos de dioses, cuerpos de niños, llantos y el hombre que espera…! …El hombre…no murió sólo ayer…murió cada día de su vida al agarrar cualquier mano de un niño que apeara del tren para ser conducido a una cámara de gas. Sólo ayer el hombre murió solo. He notado como mi miedo no desaparece, se transforma y hubiera querido explicártelo. Sí. ¿Por qué no? En la barra, con las cervezas y unas tapitas de olivas, sin conocernos. Acaba de explotar una imagen en mi cabeza.


Cerraba las mismas páginas y no reconocía haber sido él quien las había escrito. No voy a ninguna parte. Se sentaba en el sofá.

1 Comments:

Blogger tirant said...

No sé si lo que entiendo del discurso lógico de la ballena encantada es lo que es o lo que a mi me gustaría que fuera. Ése es un problema de la comunicación: que el mensaje que quiere transmitir el emisor es decodificado luego por el receptor. A veces me enredo en las palabras y otras trepo por ellas hasta balcones imaginarios. Quizá ahora, como al hombre que murió solo (¿hay alguien que no muera solo?), una cerveza en la barra de un bar me vendría bien.

jueves, 23 febrero, 2006  

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