El encanto de la ballena (24)

Y ahora debo sentarme en la silla y escribir. Rebuscar en la memoría, hurgar en lo sentido e inventar un futuro. Y quizá ahora, cuando se mezclan en mi cabeza demasiadas cosas vividas, pienso que no puedo hacer de “Erre”, mi pez, un personaje. Ayer, mientras regresaba a casa de noche, venía jugando con mis sombras. Miraba el suelo y a cada paso aparecía una nueva figura, una nueva proyección de mi sobre las baldosas de cemento. Algunas eran grises, otras negras, se movían con mis pies, bailando al son de la melodía de las luces de las farolas. Venía pensando en como describir cada detalle de esa coreografía perfecta. La noche nunca es calmada en una ciudad. Incluso en la desolación de la madrugada es imposible encontrar un instante de reposo. Si miro hacía arriba me deslumbran los puntos de luz, esos que nunca son estrellas. Si miro hacía abajo, las sombras…el baile. Ayer, al llegar a casa, no entré en mi habitación. Perdí el tiempo en la cocina, el baño, el casi-salón. Perdí el tiempo intentando recordar la palabra que había inventado el día anterior y el otro nombre con el que se conocen a los palosantos. Sé que mi cotidianidad se alimenta de infinidad de preguntas sencillas e invenciones absurdas pero así es como vivo. Todo esto sucedía ayer, justo antes de entrar en mi habitación. Hoy he canviado las sábanas y es por eso que sé que cuando me meta en la cama sentiré el olor del algodón limpio y escucharé el sonido de mi cuerpo al rozar las telas. Disfrutaré de los pequeños placeres de las noches con cama de sábanas recién lavadas pero antes de quedar dormida miraré el agua de la pecera. Recordaré lo que me fascinaba estar estirada sobre el colchón y observar al pez nadar, consciente de su necesidad de agua y la mía de aire. Veré las piedras que aguantan las plantas de plástico que ahora danzan solas, removidas por el vaivén de las corrientes que produce la depuradora que todavía no he desconectado. Seguirá sonando Franco Batiatto e imaginaré al pez. Me alegro de que la vida me siga sorprendiendo o no sé…de que me sorprenda con la vida. No siento vergüenza por haber llorado de la misma manera que tampoco la siento por reconocer que me gusta acariciar las hojas de las plantas de mi terraza. Ayer murió mi pez y hoy le echo de menos. Repito: no puedo avergonzarme por haber llorado. Somos, a veces, un poco instantes y siempre, frágiles.. sea lo que sea lo que seamos.

5 Comments:

Blogger Juan Victor said...

Nadie puede avergonzarse de llorar, ni siquiera las paredes que suelen llorar a menudo dejando manchas de humedad de similar silueta a las cosas que perdemos...

domingo, 05 febrero, 2006  
Blogger Juan Victor said...

(muchas gracias por agregarme en tus link, ya no me siento tan atrapado en Argentina)

domingo, 05 febrero, 2006  
Blogger ecléctica said...

Siento mucho lo de "Erre". Aunque, quien sabe, quizás él y su historia de pez común haya conseguido atrapar a un nuevo amigo en las sutiles redes de tu blog. "Erre" te ha traído un fan desde la Argentina.
Tu proximo compañero de pecera te está esperando en la tienda de la esquina. Besos.

lunes, 06 febrero, 2006  
Blogger tirant said...

Creo que siempre lloramos por nosotros mismos.
Si te sirve de consuelo, te diré que escribes muy bonito.

miércoles, 08 febrero, 2006  
Blogger ecléctica said...

Lo siento "Erre"; estoy segura de que no eres fácilmente sustituíble. Retiro lo de la tienda de la esquina. Disculpame, Suchen.
Coincido con Tirant en la valoración sobre la forma de escribir de Suchen. Es bonita y cercana; aunque Suchen se sienta tan "transparentemente lejos", se te mete en casa y en corazón.

miércoles, 08 febrero, 2006  

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