El encanto de la ballena (16)
Mi casa es muy pequeña. Las paredes están salpicadas de gotelé, una textura que odio. No atravieso habitaciones: bordeo obstáculos. Eso sí, la terraza es preciosa incluso cuando no tengo tiempo de verla.
Hace frío y no me apetece salir.
A través de las ventanas veo algunas plantas. Espero que estén bien.
Hace frio.
En mi casa tengo una mesa para escribir pero no una para comer. No hay espacio y debo elegir. Una vez intenté colocar una pequeña mesita en lo que yo llamaría por ejemplo “panulorio” siendo en realidad un salón. Era una mesa de roble que había traído hacía tiempo de Almeria y que aguardaba en el trastero de casa de mi madre el momento de mi independencia. Acabo de medir el "panulorio": 2,20mts. X 3,40. Cuadrado. En una de las paredes largas está la puerta de entrada y una ventana. En la otra, hay tres puertas: cocina, baño y dormitorio. En este fantástico cubo es complicado lo de la mesa. Y sí, una vez, en ese intento por darle importancia a la comida, coloqué la mesa y una silla. Ocurrió que me senté el primer día, para estrenarla. Volví a comer sentada en el sofá. La mesa me molestaba pero me costaba quitarla. Una tarde me quedé mirándola una rato y quizá no sea necesarío decir que no me era posible obserbarla desde la distancia. Vi la mesa con una sola silla como si se tratara de una naturaleza muerta. Me puse de seguida a hacer cambios en el panulorio, en la casa entera. Hacía tiempo que no veía un cuadro como ese colgado en ninguna de mis paredes hasta que ayer volví a quedar contigo. Mientras hacía tiempo para encontrarte envolví tus regalos de Navidad, como bien sabes, cuadrados los dos no como las curvas de mi cuerpo ni los recuerdos bonitos que dices que aún conservas. Metí los regalos en una bolsa y la dejé caer como un péndulo en la maneta de la puerta de la entrada. Seguí con mis cosas. Cené en el sofá-cama y me quedé dormida mientras esperaba a que volvieras a llamar. Ya entre sueños me desplacé hasta mi verdadera cama que sigue siendo Finlandia, un lugar invetado, frío, lejano, en el que no he estado nunca pero al que creo viajar cada noche. Al despertarme hoy he vuelto a ver un nuevo cuadro, otra soledad muerta. Cuando acabe de escribir esto me levantaré y descolgaré la bolsa y guardaré los regalos cuadrados en alguna esquina del panulorio. No siento la soledad pero, a veces, la veo tan clara frente a mi y a tan poca distancia que no puedo evitar notar como me pellizca la mejilla.
Hace tiempo que no me pongo azucar en el café pero, aún así, sigo depositando una cucharilla en la taza. Supongo que es otra excusa más para poder contornearme en la nada.
Hace frío y no me apetece salir.
A través de las ventanas veo algunas plantas. Espero que estén bien.
Hace frio.
En mi casa tengo una mesa para escribir pero no una para comer. No hay espacio y debo elegir. Una vez intenté colocar una pequeña mesita en lo que yo llamaría por ejemplo “panulorio” siendo en realidad un salón. Era una mesa de roble que había traído hacía tiempo de Almeria y que aguardaba en el trastero de casa de mi madre el momento de mi independencia. Acabo de medir el "panulorio": 2,20mts. X 3,40. Cuadrado. En una de las paredes largas está la puerta de entrada y una ventana. En la otra, hay tres puertas: cocina, baño y dormitorio. En este fantástico cubo es complicado lo de la mesa. Y sí, una vez, en ese intento por darle importancia a la comida, coloqué la mesa y una silla. Ocurrió que me senté el primer día, para estrenarla. Volví a comer sentada en el sofá. La mesa me molestaba pero me costaba quitarla. Una tarde me quedé mirándola una rato y quizá no sea necesarío decir que no me era posible obserbarla desde la distancia. Vi la mesa con una sola silla como si se tratara de una naturaleza muerta. Me puse de seguida a hacer cambios en el panulorio, en la casa entera. Hacía tiempo que no veía un cuadro como ese colgado en ninguna de mis paredes hasta que ayer volví a quedar contigo. Mientras hacía tiempo para encontrarte envolví tus regalos de Navidad, como bien sabes, cuadrados los dos no como las curvas de mi cuerpo ni los recuerdos bonitos que dices que aún conservas. Metí los regalos en una bolsa y la dejé caer como un péndulo en la maneta de la puerta de la entrada. Seguí con mis cosas. Cené en el sofá-cama y me quedé dormida mientras esperaba a que volvieras a llamar. Ya entre sueños me desplacé hasta mi verdadera cama que sigue siendo Finlandia, un lugar invetado, frío, lejano, en el que no he estado nunca pero al que creo viajar cada noche. Al despertarme hoy he vuelto a ver un nuevo cuadro, otra soledad muerta. Cuando acabe de escribir esto me levantaré y descolgaré la bolsa y guardaré los regalos cuadrados en alguna esquina del panulorio. No siento la soledad pero, a veces, la veo tan clara frente a mi y a tan poca distancia que no puedo evitar notar como me pellizca la mejilla.
Hace tiempo que no me pongo azucar en el café pero, aún así, sigo depositando una cucharilla en la taza. Supongo que es otra excusa más para poder contornearme en la nada.
4 Comments:
SAl cuando te apetezca, no esperes a que te llame!
Besos
En un cuadrado con cinco puertas cabe mucha imaginación. Déjate llevar y cuéntanos cómo te ha ido por Finlandia. Tú sabes hacerlo, por eso debes hacerlo. ¿Cuántas puertas hay en Finlandia?
finlandia es limpísima. tiene todos los ángulos al aire. y los ángulos del aire sirven de cauce para llegar a todos los sitios. desde finlandia se llega a todos los sitios: a constantinopla, a albacete y al corazón. el útimo viaje que hice con mi mujer, antes de que muriera hace un año, fue a finlandia, a dinamarca y a suecia. ahora me acuerdo de ti.
deja que las voces hablen! vive tu locura! se feliz con ella!
en este mundo loco, el loco es el cuerdo!
un beso guapa, desde el frio.
und frohes Fest.
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