El encanto de la ballena (22)

María siente vergüenza pero no puede esconderse de si misma en su piso de treinta metros cuadrados así que, debe salir a la calle a pasear cogida de su propia mano intentando que los demás no la descubran. Ayer, en el supermercado, María se quedó parada frente a las puertas de cristal mientras esperaba a que la máquina detectara su presencia y le permitiera acceder al establecimiento. Este es uno de los pequeños incidentes cotidianos con los que María debe convivir mientras va aceptando que se va volviendo poco a poco más transparente al escondense detrás de la nada.

5 Comments:

Blogger Grock said...

Lo que María aún no ha hecho es acetar su transparencia como una virtud.
En contraposición a esa gente que camina y todos saludan o con quien todos tropiezan, María pasa inadvertida en la menos sutil de las circunstancias.
María aún no lo sabe pero no dentro de mucho, podrá colarse en los cines y los teatros, escuchar conversaciones reveladoras e incluso robar bancos, sin llamar la atención mínimamente.

domingo, 22 enero, 2006  
Blogger Grock said...

-aceptar-

domingo, 22 enero, 2006  
Blogger ecléctica said...

María será transparente pero deja huella. ¿Es eso posible?

domingo, 22 enero, 2006  
Blogger tirant said...

Para llorar no hacen falta ni ojos, ni lágrimas, ni penas; sólo vivir.

martes, 24 enero, 2006  
Blogger Juan Victor said...

María siente la terrible necesidad de su anonimato, aceptar que se va volviendo poco a poco más transparente es aceptar su desnudez...

(siempre siempre siempre el mejor lugar para esconderse en la filosofía es la nada, nada en la que todos participamos justamente desde nuestra desnudez).

martes, 31 enero, 2006  

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