Historias de cartón (37)

Una calle, un vado, un número de una puerta y un interfono al que cuando llamo me contesta una voz. Subo unas escaleras adornadas con espejos, figuras de bronce y hombres de metal. Esta entrada la he recorrido muchas veces y siempre cambia y siempre, casi inevitablemente, no sé porqué, creo recordarla más oscura de lo que en realidad es. Atravieso el primer pasillo, que sigue lleno, ahora de lámparas de techo, de pared, de suelo, mesas de centro, mesitas de noche: cosas. Lanzo un “hola” al aire y se cuela entre los objetos y llega a los despachos. Oigo teléfonos, uno siempre es el mio, oigo voces que son risas pausadas, que son risas de enfado, que son risas de risas, que se mezclan con las palabras, que también son pausas, enfados y risas. Un día concreto nadie me contesta porque todos los que sin saberlo me esperan y se alegran de mi llegada están demasiado ocupados para responderme. Así es a veces nuestro trabajo. Me detengo en el marco de la primera puerta y me quedo mirando. Espero poco para dar dos pasos y traspasar el primer despacho hasta asomar mi cabeza en otro, el de la izquierda, el único otro. Allí sentado está él, el que no habla porque ahora escucha. Me acerco y le doy dos besos. Una sonrisa.También hay cosas allí, de otros siglos, luces de otros tiempos. En un segundo esas cosas ya no son cosas sino recuerdos. Una sonrisa. Le doy una flor envuelta en un celofán. Una sonrisa. Le prometo que cada vez que lo vea le daré una, de cualquier color, sólo para que cuando le apetezca pueda ver algo bello, uffff, como él. Una sonrisa.

Y me voy para regresar a los teléfonos, las voces, los nervios, las prisas, mientras se me cuela un “espero que vangas a verme pronto”.

Y una semana más tarde vuelvo al mismo lugar y siguen las cosas pero él ya no está. Se ha llevado sus recuerdos y nos ha dejado las paredes vacías para que empecemos a colgar los nuestros.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Hacía días que en ese despacho, el otro, no estaba quien yo esperaba ver. No había nadie, yo nunca iba cuando él venía. Antes estaba siempre pero ahora nunca nos cruzábamos. Un día llegué y vi la puerta del otro despacho medio abierta. Pensé, "porfin he acertado en el día y la hora, hoy le veré, le daré un abrazo, me hará una broma, me pedirá por el trabajo, por Leo, por la vida, por el porqué no me caso con Alfredo, incluso me pedirá que joya me gusta de su último catálogo de subastas." Pero no, detrás de su mesa está su hijo mayor empezando a ocupar su nuevo lugar. Se me cae el mundo a los pies, entiendo aunque no quiera entenderlo. Entonces pido por el que debería estar allí y me dicen que casi está más allà que aquí, ha empezado su viaje y yo me arrepiento de no haberle visto más, de no haberle dicho más veces lo fantástico que era estar en su despacho sin hablar de nada y de todo, de no haberle traido más a Leo, de no haberle conocido antes, de no esto, de no el otro....

estoy muy triste, él siempre me decía que yo era como una de sus hijas....le echaré mucho de menos. Gracias, espero que no sufra, que sea feliz, que me lo vuelva a encontrar. Gracias Esther...te quiero mucho.

lunes, 13 junio, 2005  
Blogger Grock said...

No sé de quien va la historia, no sé si es de verdad o de mentira, no sé quien es anonymous, pero es bonita. Mucho.

jueves, 16 junio, 2005  
Blogger Glube said...

La historia es de verdad y no voy a entrar en detalles sobre que es verdad porque no acabaría nunca. Anonymus es una buena amiga. En fin...
Saludos de nuevo.
')

jueves, 16 junio, 2005  

Publicar un comentario

<< Home