El delito comun (24)

Después de haber programado el despertador, Francisco se quedó mirando el techo de la habitación, haciendo tiempo mientras al lado, también estirada en la cama, su mujer leía. Siete páginas más tarde apagaron la luz y ella suspiró. Francisco, sin susurros, le explicó que no entendía por qué razón estaba tan seguro de la tristeza del feto de la mujer que había acudido aquella tarde a su consulta.Suspiraron los dos.