El delito comun (16)
Estaba sentada en el banco de la lavandería, girando su pie derecho sobre las baldosas, jugando por jugar como cuando era una niña, mientras esperaba. El tiempo en el que tardó en lavar siete veces la misma ropa había transcurrido en forma de un día. Estaban a punto de cerrar y ella tendría que regresar a su casa con su carga mojada. Se iría decepcionada al no entender por qué después del esfuerzo de toda una jornada no había podido borrar la última flor que colgaba aún de la falda “cumbayá” que tanto odiaba
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