El delito comun (19)

Tengo un regalo escondido en un comentario. No estoy muy segura si hay halguien que lee, a parte obviamente de mi, esas palabras que surgen detras de las que yo abandono en este blog. Tengo gans de rescatar a mi regalo-comentario. Así que ahí va la historia que yo no pude escribir pero sí que pude explicar. Digamos que la pequeña obra ha sido el resultado de una divertida forma de colaboración (quizá esto del cine me haya enseñado lo bueno que puede resultar a veces trabajar en equipo).

"senilDion said...

El vecino se llama Sibel. ¿Por qué? Pues porque todo el mundo necesita un nombre para ser llamado. Por eso y porque Sibel, al igual que psicosomático o simequieresescribir, es un condicional y los condicionales casan muy bien con las historias, que son todo posibilidades.
Sibel, el vecino condicional, es cojo. Hay algo en su cuerpo que no es como en los de los demás. Es un tullido. Su cuerpo también es condicional. Y sin embargo, en contra de tópicos y estereotipos, Sibel no gasta en absoluto mala leche, sino todo lo contrario: siempre ríe. Todo le parece divertido.
Llegados a este punto, es conveniente apuntar que hay algo en la mente de Sibel que tampoco funciona como en la de los demás. Es un disminuido. Un discapacitado. Un retrasado.
Sibel habla con la boca torcida. Su voz sale misteriosamente como si llegara de una mazmorra oscura y no de aquel cuerpo suyo tan maltrecho.
Y lo que es más importante de todo: Sibel va siempre al fondo de las cosas. En sus historias nunca hay hechos, apenas hay lugares, jamás un solo nombre o una coordenada de tiempo. A él no le interesan ninguno de esos detalles. Recordemos que él va al fondo de las cosas. Por eso, en lugar de las cosas que le pasan, Sibel cuenta lo que él siente mientras le pasan. "Horroroso. Fue horroroso. Hay que ver lo mal que lo pasé", dice entre carcajadas su voz de tuberías. O bien: "No te puedes imaginar lo divertido que ha sido. Lo hemos pasado bien. Estoy muy contento".
Y ahí se quedan sus relatos. Porque Sibel habita en el fondo de las cosas y uno nunca entiende lo que fue tan horroroso o qué era aquello que resultó tan divertido. Uno no lo entiende pero se ríe y siente por un segundo que todo es sencillo y alegre. Y entonces mira a Sibel, el vecino condicional, el habitante del país del fondo de las cosas, el tullido, el minusválido, el subnomal. Mira a Sibel y no puede evitar sentir envidia. Y se va a casa pensando si lo que tendrá en realidad el hombre no será un retraso, sino una hipertrofia. Una incomprensible hipertrofia a la que algunos llaman 'felicidad'.
A la vecina incondicional. Espero que me perdone por robarle a Sibel para regalárselo."

Para mi Palo, para que siga con sus historias, que algunas veces también son las mias. Es una pena que el tiempo sea muy corto sino estoy segura que podríamos viajar con Françoise hasta el principio del mundo, escuchando un casette comprado en una gasolinera, llorando y riendo sobre lo curiosas que parecen ser a veces nuestras vidas.

Ha sido un placer.