Berlín Collage (10)

9 de Junio, 2004

Un ladrón apareció en mi habitación el otro día. Entró de manera muy disimulada. Es evidente que si yo hubiera sabido que tenía intenciones de robarme no le hubiera dejado entrar. O a lo mejor sí, no lo sé. Los ladrones siempre mienten. Quizá haya alguno que se presente admitiendo que es un ladrón y que quiere robarte: la sinceridad en esta situación a lo mejor no funciona ni tiene sentido, pero en el caso particular de mi ladrón, quizá hubiera sido algo comprensible y le hubiera regalado algo de lo que tenía intención de arrebatarme. Venía a casa para trabajar en un proyecto. Pasábamos horas hablando y hablando. Al principio el tema era el proyecto, luego las películas que nos gustaban, los amigos que teníamos, nuestros exnovios y luego… luego empecé a darme cuenta de que miraba los objetos de mi habitación con un interés que me resultaba extraño, miraba más allá de las cosas, hacía muchas preguntas. Quería saber muchas cosas sobre mi, luego sentí que quería saber demasiadas cosas sobre mi. Lo tocaba todo: libros, papeles, dibujos, tazas, quería sobrepasar las cosas tangibles. Un día tuvo un suspiro de sinceridad y fue en ese instante en el que me engañó de verdad pero… no me di cuenta. Las lágrimas de un hombre creo que me enternecen demasiado. No sé bien como manejamos la conversación hasta llegar al punto en el que confesó tener problemas con sus sentimientos: creía no sentir. No sabía bien que decirle, tampoco no sé si quería que le dijera nada. Era muy extraño. A partir de ese momento nuestra relación cambió. Era como si después de aquella confesión se hubiera abierto la barrera para hablar libremente de nuestros sentimientos. Yo completamente encegada no me costó demasiado hacerlo. Lo que antes era una manera extraña de mirar mis cosas se transformó en una manera aún más extraña de oir lo que yo le explicaba. Cada vez más preguntas, más intimas, más desde dentro: lo único que le interesaba era conocer en profundidad los sentimientos en un intento por sentirlos él. Pero ésto creo que no es posible. Los sentimientos se pueden explicar, se pueden compartir, pero nadie más que uno mismo a su manera los puede vivir. Un día, le expliqué que sentía estar enamorada. Ese sentimiento, aún no ser correspondido, era algo que yo cuidaba como un tesoro, para mí era precioso. Me di cuenta que por mucho que intentara robarme los sentimientos nunca podría quitarme algo que sólo era mío.
No lo he vuelto a ver.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

martes, 29 junio, 2004  

Publicar un comentario

<< Home