Cronica de un garbanzo (2)
Así es como a veces empiezan los cuentos: en octubre. Estirándome en la cama entre dos almohadas y teniendo una idea. Tu cabeza, la mía, esa que cambia de lugar, girando, la idea creciéndo, yo alargándome, la cama encogiéndose y pensando ¿dónde estás? Si te acercas un poquito nos hacemos fantomas y destruimos multinacionales. Si te acercas un poco más… me imagino tus recuerdos, esos que te gusta explicarme entre sorbos de gintonics y si sólo te acercas un poco más, te rozo la barbilla con mis pechos y un poco, poco más, cuando podamos creer que de tan poco ya no queda nada, hacemos intercambio de secretos. Pero ésto no es un cuento, ni es octubre. Supongo que andas perdido entre golpes de platos metálicos. Yo, por mi parte, también ando perdida entre la idea y un sentimiento. Hoy escribo sólo por no perder la costumbre de hacerlo ya que en realidad no tengo muchas cosas que decir, ni que explicar, ni que contar, ni que esperar…leo:
“No encontraba mi lápiz (lo poco que queda de él) y he estado muchos días sin poder escribir nada. También eso es silencio, también eso es mordaza. Pero hoy, cuando lo he encontrado bajo un montón de leña, he tenido la sensación de que recobraba el don de la palabra. No sé lo que siento hasta que lo formulo, debe de ser mi educación campesina. Hoy he estado encaramado mucho tiempo en un tronco deshojando tratando de buscar huellas de algún animal que pueda servirnos de alimento. He visto un paisaje blanco y sin aristas, extenso, interminable, acunado por un viento pertinaz y frío cuyo zumbido sólo sirve para reafirmar el silencio. Y mientras estaba allí, observando, sentía algo que no lograba identificar, algo que ni siquiera sabía si era bueno o malo. Ahora que ya he encontrado mi lápiz, sé lo que era: soledad.”
Los girasoles ciegos
Alberto Méndez
Y después de leer este texto varias veces sé que no tengo nada que decir pero aún así insisto en buscar mi lápiz. ¡Qué lejos me parece ayer! Porqué ayer quería escribir y gritar y contar tantas cosas que hoy tienen otro aspecto y están a demasiada distancia y son tan estúpidas como la pregunta ¿dónde estas? Mi soledad no es suficiente, ni mi vida, ni los engaños en los que nado, ni los líos en los que me meto. Necesito vivir un poco más porqué si no la mina se acaba y me fundo, hundida , por creer que sólo sé revolcarme entre mentiras. Guardo en el perchero de la entrada, colgada entre los abrigos de invierno que ahora no utilizo, la creencía de que aquellas personas que demasiado pronto, cuando todavía nadie había tenido tiempo de empezarlas a educar, tuvieron que buscar la fuerza en su propia conciencia, imberbe aún, para reaccionar contra su pequeño mundo, se convierten en unos revolucionarios de por vida. Desde el sofá, miro la creencía que sigue ahí, hoy después de ayer, más colgada que nunca.
Como ves…no he sido capaz de escribir el cuento de octubre.
“No encontraba mi lápiz (lo poco que queda de él) y he estado muchos días sin poder escribir nada. También eso es silencio, también eso es mordaza. Pero hoy, cuando lo he encontrado bajo un montón de leña, he tenido la sensación de que recobraba el don de la palabra. No sé lo que siento hasta que lo formulo, debe de ser mi educación campesina. Hoy he estado encaramado mucho tiempo en un tronco deshojando tratando de buscar huellas de algún animal que pueda servirnos de alimento. He visto un paisaje blanco y sin aristas, extenso, interminable, acunado por un viento pertinaz y frío cuyo zumbido sólo sirve para reafirmar el silencio. Y mientras estaba allí, observando, sentía algo que no lograba identificar, algo que ni siquiera sabía si era bueno o malo. Ahora que ya he encontrado mi lápiz, sé lo que era: soledad.”
Los girasoles ciegos
Alberto Méndez
Y después de leer este texto varias veces sé que no tengo nada que decir pero aún así insisto en buscar mi lápiz. ¡Qué lejos me parece ayer! Porqué ayer quería escribir y gritar y contar tantas cosas que hoy tienen otro aspecto y están a demasiada distancia y son tan estúpidas como la pregunta ¿dónde estas? Mi soledad no es suficiente, ni mi vida, ni los engaños en los que nado, ni los líos en los que me meto. Necesito vivir un poco más porqué si no la mina se acaba y me fundo, hundida , por creer que sólo sé revolcarme entre mentiras. Guardo en el perchero de la entrada, colgada entre los abrigos de invierno que ahora no utilizo, la creencía de que aquellas personas que demasiado pronto, cuando todavía nadie había tenido tiempo de empezarlas a educar, tuvieron que buscar la fuerza en su propia conciencia, imberbe aún, para reaccionar contra su pequeño mundo, se convierten en unos revolucionarios de por vida. Desde el sofá, miro la creencía que sigue ahí, hoy después de ayer, más colgada que nunca.
Como ves…no he sido capaz de escribir el cuento de octubre.
1 Comments:
Me gustaría tener un lápiz como el tuyo. Y escribir y escribir hasta vaciarme sobre el papel. Le sacaría punta, jugaría con él entre los dedos y lo guardaría en un plumier de madera para no perderlo nunca.
Publicar un comentario
<< Home