Crónica de un garbanzo (9)

Alguna vez quisiste subir a casa, llamar a mi puerta y entrar. Sentarte en la terraza a comer cerezas y hablar de nuestras cosas. Escuchar de fondo como llora el hijo de la vecina del bloque de enfrente, como el agua baja por las cañerías, la música. Ser gato blanco tendido sobre uralita verde. Quisiste todas esas cosas y eso fue lo que encontraste. Pero hoy, al irte, antes de que la luz de la lámpara del techo de mi salón se despegara de la del mísero globo blanco que alumbra nuestra escalera, antes de que eso sucediera, te has girado para decirme: “Algo queda”.

Te echaré de menos.

Para G.O.