Crónica de un garbanzo (8)

De pié, en la barra de un bar donde no se fía. En cada mano un trozo de limón que exprime, que le salpica los ojos y no le deja ver. Deseosa de que alguna gota se quede sólo en su boca, sin sobrepasarla. Pero no es capaz de controlar la fuerza y las gotas llegan para cegarla, precipitándose más tarde por su cara, hacía el sur, como lágrimas amarillas. Y cambiaría la barra del bar por un pupitre y los limones por lápices y, sin dejar de llorar, volvería a inventarse a si misma resiguiendo las líneas de las letras de un cuaderno de caligarfía.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Aunque sé que sólo ocurre de vez en cuando, sigo esperando las historias optimistas... ;)

domingo, 16 julio, 2006  

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