El delito comun (3)

Cruzó la ciudad, pese al frío, pese a haber perdido los guantes, pese a estar cansada y ser demasiado tarde. Alguien que merecía su confianza, después de diez años de amistad es posible, le aseguró que aquella noche podría disfrutar de una buena película en la filmoteca. Así que allí fue. Compró la entrada y se tomó un café en en bar de al lado. Cuando consigió de nuevo entrar en calor decidió, para matar los minutos que quedaban, comprobar la cartelera. Hoy era lunes, todavía, y no martes, todavía. Se había equivocado completamente de día, pero hizo la cola, qué podía perder?…nada. Se sentó en la butaca con la inocencia de quien se va a dejar sorprender y con la ignorancia de quien no tiene ni idea de lo que va a ver. Y le dio igual que fuera un documental ficcionado, que fuera en checo y que estuviera sola. Una vez más lloró. Se emocionó con la historia de un país totalmente desconocido para ella y con la vida de una persona que cuarenta años antes parecía señalarla con sus sentimientos. Tuvo la misma sensación que cuando sacándose el carnet de conducir sólo era capaz de ver coches en prácticas con una verdísima ele colgando en el cristal de atrás; la misma sensación que cuando al creer estar embarazada, sólo veía mujeres hermosas con una panza gigante sonriéndola al pasar. No tenía claro si eran las ideas que la perseguían y la obsesionaban o eran las obsesiones que al perseguirla se convertían en ideas. Quizá fuera poco importante qué producía que: llevaba meses con una obsesión o con una idea, que iba creciendo dentro de su cabeza. Le gustó haberse equivocado, otra vez.

Ciclo Milos Forman y la Primavera de Praga.
Filmoteca de Barcelona

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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miércoles, 26 enero, 2005  
Blogger Glube said...

En el caso de que por esa cuestión se me imputara algún delito me declararía inocente.
Saludos

miércoles, 26 enero, 2005  

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