Berlin Collage (21)
3 de Junio, 2004
Volvía del que he decidido que es mi café internet preferido (el encargado es un chico que no está nada mal!!). Caminando. Hay días que no me apetece ir en bicicleta, prefiero ir andando y más si no estoy muy segura de en que momento se va a poner a llover como si fuera el diluvio universal. Atravesaba una calle y a lo lejos veía como, a contraluz, una figura pedaleba. De repente, tansolo cruzar, oigo un pequeño golpe. No muy fuerte pero suficiente para hacerme girar la cabeza y así descubrir que pasa. El tipo de la bicicleta que había estado observando antes estaba tirado en el suelo, inmóvil. Había resbalado ya que el suelo estaba mojado y se había dado un golpe en la cabeza. Me acerco a él. No sé en que idioma hablarle. Miro a mi alrededor. Por suerte pasa un joven. Habla inglés y alemán. Llamamos a una ambulancia. Mientras tanto lo incorporamos. Está sangrando. Luego lo estiramos, le levantamos las piernas y empezamos a hacerle preguntas para mantenerle despierto. El tiempo se hace muy largo. Le preguntamos si tiene novia: no. Si tiene padres: no. Está solo. Yo no digo nada. Sólo puedo acariciarle y mirarle. Él me mira, está en un lugar entre aquí y allí. Entonces le ruego a uno de esos dioses de los que no puedo olvidarme que por favor mis ojos no sean la última imagen que esa persona vea. Noto que la cara se me está volviendo blanca y las manos algo frías, pero no es el momento de perder la compostura. Finalmente llega la ambulancia. Parecen unos cómicos de una película en blanco y negro. Tardan una eternidad en bajar la camilla, se les encalla varias veces antes de poderla colocar en el suelo y luego no la pueden desplegar. Y todos nosotros alrededor del joven que sigue estando solo. Antes de que se lo lleven revolvemos en su bolsa y en sus bolsillos hasta encontrar las llaves para poder atar la bicicleta. Pero este hombre va a ser capaz mañana de recordar algo? Me entran ganas de escribirle una nota, me entran ganas de saber que le pasará. Quien sabrá de él cuando el lunes no pueda presentarse al trabajo? Quien le va a echar de menos? Quien le va a llamar para pregunatrle donde está? Nadie. Se lo llevan. La ambulancia se va. El resto nos despedimos. Una pequeña historia queda entre nosotros. En la calle, la bicicleta en el arbol y unos kleenex manchados con gotas de sangre en el suelo mojado. Nada más. Y me voy hacia casa. Un poco mareada. Impotente. Pensando otra vez que la vida son segundos, solos, uno detrás de otro.
Volvía del que he decidido que es mi café internet preferido (el encargado es un chico que no está nada mal!!). Caminando. Hay días que no me apetece ir en bicicleta, prefiero ir andando y más si no estoy muy segura de en que momento se va a poner a llover como si fuera el diluvio universal. Atravesaba una calle y a lo lejos veía como, a contraluz, una figura pedaleba. De repente, tansolo cruzar, oigo un pequeño golpe. No muy fuerte pero suficiente para hacerme girar la cabeza y así descubrir que pasa. El tipo de la bicicleta que había estado observando antes estaba tirado en el suelo, inmóvil. Había resbalado ya que el suelo estaba mojado y se había dado un golpe en la cabeza. Me acerco a él. No sé en que idioma hablarle. Miro a mi alrededor. Por suerte pasa un joven. Habla inglés y alemán. Llamamos a una ambulancia. Mientras tanto lo incorporamos. Está sangrando. Luego lo estiramos, le levantamos las piernas y empezamos a hacerle preguntas para mantenerle despierto. El tiempo se hace muy largo. Le preguntamos si tiene novia: no. Si tiene padres: no. Está solo. Yo no digo nada. Sólo puedo acariciarle y mirarle. Él me mira, está en un lugar entre aquí y allí. Entonces le ruego a uno de esos dioses de los que no puedo olvidarme que por favor mis ojos no sean la última imagen que esa persona vea. Noto que la cara se me está volviendo blanca y las manos algo frías, pero no es el momento de perder la compostura. Finalmente llega la ambulancia. Parecen unos cómicos de una película en blanco y negro. Tardan una eternidad en bajar la camilla, se les encalla varias veces antes de poderla colocar en el suelo y luego no la pueden desplegar. Y todos nosotros alrededor del joven que sigue estando solo. Antes de que se lo lleven revolvemos en su bolsa y en sus bolsillos hasta encontrar las llaves para poder atar la bicicleta. Pero este hombre va a ser capaz mañana de recordar algo? Me entran ganas de escribirle una nota, me entran ganas de saber que le pasará. Quien sabrá de él cuando el lunes no pueda presentarse al trabajo? Quien le va a echar de menos? Quien le va a llamar para pregunatrle donde está? Nadie. Se lo llevan. La ambulancia se va. El resto nos despedimos. Una pequeña historia queda entre nosotros. En la calle, la bicicleta en el arbol y unos kleenex manchados con gotas de sangre en el suelo mojado. Nada más. Y me voy hacia casa. Un poco mareada. Impotente. Pensando otra vez que la vida son segundos, solos, uno detrás de otro.
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