Crónica de un garbanzo (22)
Alguien, desde el otro lado de la sala gritó: “ ¡Viva Cuba!”. A lo que otro alguien respondió con la misma potencia de voz: ¡Viva, Cuba, Libre! Un disparo se oyó: ¿Y tú qué sabes!? De esta forma tan estúpida empezó la discusión de los “álguienes” en la sala de los callados. En cinco minutos aumentó la Adrenalina en aquel lugar estando seguros de que sólo disminuiría con el lanzamiento de cubos llenos de Agua, de Agua con sal o con la aparición del capitán Alatriste, el único hombre en la tierra capaz de calmar con su exceso de aburrimiento aquella guerra de frases sin sentido y proporcionarnos así Algo parecido a la felicidad. Pero no sucedió nada y la discusión continuó, precipitándose hasta obligarnos a estallar de risa para poder disimular la locura. En un arrebato de absurdidad, me dijo mi amigo Ant Bully: “Bienvenido al hormiguero“ La frase cierto es que era absurda pero acumulaba en los extremos algo ligeramente bello que nos hizo sentir no tener Arena en los bolsillos y viajar de repente desde aquel lugar hasta los Arrecifes de Coral siendo a ratos un poco Peter Pan, a ratos un poco Alicia y a ratos Asterix y los vikingos. Pero el cielo también se nubla, como los techos de las salas de frases estúpidas, quizá porqué los dioses también discuten y se vuelve todo mientras vuelas AzulOscuro CasiNegro y no puedes ver como se acercan en línea recta hacía ti un grupo de Bandidas, todas completamente “C.R.A.Z.Y.” montadas en sus espléndidos Cars, atacando frontalmente cada una de ellas con una ingenua Carta de amor, diferente, “especial”, todas de mentira. Pero yo, que pertenezco al grupo pseudoneoliberal de Cineastas en acción y que me crié y aprendí de la vida en la Ciudad sin ley (Edison) , no le temo a nada ni a nadie y que aunque mi capa anda un poco raída por el desánimo aún puedo escuchar siempre que decido dejar de volar el sonido firme de mis pasos sobre el camino: “ Clerks, Clerks,” Me olvido de las cartas, de los mensajes, de los encuentros, de millones de mentiras, de la Corrupción en Miami, de las fiestas en Marbella, y me marco un Desayuno en Plutón con el El amigo de mi amiga, nada más. Como estrellas de queso y repito eso de que no tengo miedo a volver a volar y cuando menos me lo espero, después del desayuno en mi planeta que no existe, surge sin querer El amor después del mediodía. Pero…un amor que no está regido por ningún código Da Vinci, donde yo no me siento El intruso, ni El jefe ni El perro mongol. Un amor tan extenso que llega hasta El próximo Oriente, y con el que noto que El rayo verde me atraviesa el estómago arrojando cientos de mariposas en mi cerebro. Y en el envoltorio de ese amor me vuelven a contar El secreto de Anthony Zimmer y el del hijo de la vecina y el de los padres, el de la vida desgraciada, el del lado oscuro. Esos secretos ya los he oído antes. Se escapan las mariposas y el rayo me parte ahora en dos. Me convierto otra vez en mujer de paso cansado cubierta por capa raída. Sigo caminando acompañada por la cadencia del ritmo que va marcando el pasar. El tiempo, a veces es de terciopelo rojo. Me doblo. He descubierto el repentino orgullo del otro, su ambición por realizar algún día El viaje del emperador que arrasa con todo y como siento que formo parte del todo, antes de que me desgasten el color de los ojos, de que me agrien el alma y me borren las manos, regresaré a mi camino dejando que El viento que agita la cebada meza mi capa y aligere mi andar. No negaré que en cierto momento, Factotum momento, ráfagas de realidad me alertaron de tu no verdad pero supongo que extrañas Fuerzas de la naturaleza me hicieron desatender el aviso y caí como un gato, de pié, sobre las cuatro patas, perdiendo una vida y anhelando vivir seis. Garfield...Garfield nunca odió un lunes tanto como yo aquel día que vino después del domingo, cuando apareciste disfrazado de idiota cobarde, con la boca llena de vulgaridades y la cabeza de telarañas. Aunque intento dejar los cigarrillos, precisamente aquel día me alegré de poder dar " Gracias por fumar”: sin tabaco no sé como hubieran transcurrido las horas en las que estando a tu lado me hiciste desaparecer para transformarme en una Hard Candy, en una dulce Candy. Cada uno de nosotros guarda una India misteriosa con un Jorge el Curioso dentro. Cuando Jorge despierta aparece siempre a lo Kinky Boots (Pisando fuerte). La última vez que me encontré con uno fue en el cuerpo de una mujer con paraguas, salida como de La buena boda pero con un “yo vengo por parte del novio”. Esa mujer parecía haber recibido La educación de las hadas .Se convirtió en La estrella del ring y me contó poco a poco La increíble ¡pero cierta! historia de Caperucita Roja , con abuelita, cesto de la merienda y lobo incluido. A aquella mujer del paraguas la nombré el segundo día que ví La joven del agua para recoradr siempre el día que los chorros de las pistolas de plástico atravesaron nuestros cuerpos mientras juntas disfrutábamos de La máquina de bailar . Aquella noche nunca pensé que ella también resultaría ser La mujer del aviador y que varias noches más tarde, concretamente en La noche de los girasoles aparecería sin necesidad de buscarlo demasiado La sombra de la sospecha que nos conduciría inesperadamente a cerrar La última puerta, la suya y la mía. Desde entonces cuando ella o yo topamos con Las diabólicas personas que en Las noches de luna llena se vuelven Locos por el sexo nos cogemos de la mano y saltamos, no caemos. Salimos corriendo buscando a todos Los amigos del novio para olvidar historias rancias, soltando un Maleficio en forma de Match Point sobre Mi mejor enemigo, que es su mejor enemigo, que es algo ya nuestro. Las dos sabemos que quizá también sea el azar quien nos lleve hasta lo que él llamaba Mi super ex-novia y quizá ella también nos quiera acompañar en el descenso del río asumiendo no comprender en realidad ninguna de nosotras todos los Misterios del Nilo pero navegando, al fin y al cabo. De no habernos encontrado tú vivirías en la Monster House del centro de Barcelona y yo en Munich, un poquito más cerca de Berlín. Si me detengo a contar me salen ahora Nueve vidas ¿Qué pasó con la que perdí siendo gato? Te confieso that I’m in the Paradise Now , me siento como Pauline en la playa, como Elena con el cántaro lleno de agua, con ganas de que lleguen hombres nuevos que cuenten cuentos aunque sean de trapecistas que se balancean en las alturas, hombres que se pinten de marrón cuando suban a un escenario y que lleven sierras en la cabeza mientras buscan paraguas abiertos cuando no llueve, que te digan que te quieren de verdad. El último hombre fue Pequeño pero matón, un enano en forma de pera, uno más de los muchos Piratas del Caribe. El cofre del hombre muerto lo deslumbró y lo mató también a él. Ideó un Plan oculto que falló. Lanzó un S.O.S. Planeta . Pero el planeta era mi Platón y allí él nunca fue mi Salvador ni yo el suyo. Separados, ahora, él por mi que se muera en Shinobi que yo me quedo en Silent Hill, sin poder decir todo lo que quiero, lo siento es verdad, pero para mi tranquilidad I Stay alive !!!Empiezo a oír a lo lejos, muy a lo lejos el Stomp, ritmos del mundo / Castillo Encantado que se pierde tras la línea que separara el cielo de la ladera de la montaña. Si por casualidad el que se cree Superman returns, será momento de regresar al Tiempo de valientes. Si no llego tarde te susurraré la Tropical Malady una vieja canción malagueña capaz de resumir Tu vida en 65', la mía…y también la de algunos otros. Iremos a tomar Un café en cualquier esquina y una cerveza entre los muebles del Navarro. Me explicarás que una vez te prometieron Una casa en el fin del mundo y que yo pasé un Verano en Berlín porque me enamoré de un unicornio y que pese a que acabó siendo un burro de carga, si pudiera, me gustaría Volver.
¿Es necesario escribir todo esto para convencerte de que vayamos al cine?
¿Es necesario escribir todo esto para convencerte de que vayamos al cine?
1 Comments:
Hee, hee, heeeee. (Muerta de la risa me has dejao). A ver como suena esto:
No nos faltó luz en las farolas para pasar la noche cantando bajo la lluvia con un par y como un par de liberados, la llevábamos puesta.
Aunque estuviéramos desmontando a Harry y yo pudiera por fin, utilizar la palabra rompechochos, nos enteramos que King Kong en realidad mide dieciocho pulgadas y está hecho de pelo de conejo. Un olvídate de mí resonaba por entre las varillas de aluminio, plátanos de plástico, extrañas coincidencias, y unos versos de Oliverio:
La baba disolvente.
La agria baba oxidada.
La baba.
¡Sí! Es su baba…
lo que herrumbra las horas,
lo que pervierte el aire,
el papel,
los metales;
lo que infecta el cansancio,
los ojos,
la inocencia
con sus vermes de asco,
con su virus de hastío,
de idiotez,
de ceguera,
de mezquindad,
de muerte.
Aunque haya Devils on the doorstep, pasados de vueltas, te cantan a tono esta vez, otros Kevines en nuevos días azules que no te dirán: cariño, estoy hecho un perro.
Ábrete las partituras Sirenita, que vienen curvas: las lágrimas, ahora parece que se enjuagan, no se enjugan.
Que me pierdo…ese cine, me está haciendo falta.
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