Historias de cartón (14)


La caja
Originally uploaded by Glubeburne.
A veces, cuando María cerraba los ojos, podía ver paisajes con cielos muy blancos, flores muy rojas y verdes muy verdes. Cuando los abría, esos paisajes siempre desaparecían pero si echaba a andar, empezaban a retumbabar en su cabeza destellos de colores. El viernes había estado cargando de cajas de madera el “Castillo”. Castillo era un camión enormemente grande, con techo de lona y suelo de madera, el nombre no se debía únicamente a sus dimensiones sino a que dentro de él todavía sucedían historias que parecían pertenecer a otros tiempos, historias con gnomos calvos y princesas tuertas, historias imprevisibles. Castillo esperaba pacientemente en el descampado de una nave de viejos muebles rotos mientras se llenaba de cosas absurdas a las que nadie hubiera dado utilidad de no ser por las ansias de algunos directores artísticos por llenar espacios vacíos. Y Castillo esperó y María abrió los ojos y sintió los destellos. Dio tres pasos hacía delante y dos hacia atrás y fue entonces cuando descubrió un campo lleno de alcachofas, frutos importados directamente de otro planeta. Se detuvo a observarlo para poder recordar aquellas formas.

María volará quince semanas de un lugar a otro y muchas veces ese vuelo no tendrá ningún sentido así que será perfecto si puede ir almacenando recuerdos que le permitan, al recuperarlos, pensar que existe un mundo bellísimo fuera de ella y un deslugar dentro, igual de bello , a los que sin saber todavía porqué empieza a amar.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Todo es extraño, jodidamente extraño. Uno puede ser un gnomo calvo o una princesa tuerta y pasarse la vida sin reconocerse en los espejos. O despertar un día cualquiera y, mientras te lavas los dientes, darte cuenta de que ahí, a apenas un palmo de tu cara hay otra cara idéntica que te está mirando y que te dice que todo está en paz. Imagino que habrá pocos placeres como el de ir notando cómo, poco a poco, la vida va prestando, se va poniendo al sitio, va dando de sí y adaptándose a tus formas hasta venirte como un guante. "Mire, señor, o señorita. Mire, su papa o lo que sea", dices entonces. "Vea que le debo, que me la llevo puesta".

sábado, 09 abril, 2005  

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