Historias de cartón (9)

No sabía exactamente cuantas noches, de pie, en la cama, había rezado sílaba a sílaba con su abuela el Jesusito de mi vida, al que siendo niño como ella le entregaba su corazón. Y habían sido la insistencia en el ofrecimiento, la fuerza de unos incomprensibles movimientos de brazos, la simple frase: ¡Tómalo, tómalo! Tuyo es mio no!”, culpables de que años más tarde, estirada sobre la colcha de su pisito de soltera, se preguntara quien narices había mandado a su abuela a enseñarle cómo entregar su corazón a un desconocido. No era la primera vez que culpaba a la religión católica con la que buenamente la habían educado, de algunos de los problemas con los que naufragaba en su supuesta fase de madurez. La religión, como los políticos, como la economía, como la sociedad, como las matemáticas del mundo, eran para ella conceptos perfectos tras los que esconderse y a los que en caso de gran necesidad culpar de sus propias desgracias. Con el paso del tiempo y la ausencia de su abuela había dejado de recitar los versos exactos pero Jesusito seguía siendo Jesusito, que ahora tenía cara de Bernat, de Félix, de Joaquim, de David,... pero que como aquel niño al que ella entregaba su corazón eran también unos desconocidos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Después de años de convivencia te despiertas una mañana con la extraña sensación de estar al lado de un desconocido. Te hundes, te destroza.
Por ello, a mi, no me sirve pensar que a más tiempo transcurrido, más conoces a la persona, pero... aunque así fuera, ¿qué ventajas tiene uno si la persona a la que entregas tu corazón es más o menos desconocida?

Yo he estado entregando el corazón a una desconocida. Es fácil. Cuando te despides de ella has de recogerlo todo, hasta el cachito más pequeño, no dejar nada y con mucha dulzura volver a ponerlo en su cajita y cerrarla bien.

Entregar el corazón a un desconocido tiene sus ventajas.
Si no me conoces, yo no te conozco y así podré hacerte menos daño.
Si no me conoces, puedes imaginar como soy, dar rienda suelta a tus sueños y expectativas.
Si no me conoces, puedo ser el hombre que tú quieres: dulce, romántico, fotógrafo...
...al menos durante un instante.
Si no me conoces, no te decepcionaré nunca.

martes, 29 marzo, 2005  

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