Un ratito en el deslugar (7)
Una tarde invitaron a María a cenar. No es que tuviera muchas ganas de ir sobretodo teniendo en cuenta que en su cabeza estaba escuchando música de jazz continuamente y eso le dejaba poco espacio para otras cosas. Le pidieron que trajera teorías de esas que hacían pasar un buen rato a los que las escuchaban y al mismo tiempo hacían que María pareciera una persona interesante e imaginativa, digna del mejor acto social. También le pidieron que llevase un muñeco de nieve, redondito y gordito y es que… aquella tarde había nevado en Berlín! Hacía no demasiadas horas que María se había despertado. En realidad, alguién había decidido marcar su número de móvil y habiendo olvidado apagarlo la noche anterior, no tuvo más remedio que abandonar su cama. En el momento en que sonaba, maldijo el móvil, la mañana y la resaca que llevaba encima. No le dió tiempo a contestar pero aprobechó la excusa para ir a la cocina y prepararse una tostada con mantequilla y un café con leche. Casi instintivamente decidió seguir leyendo un pedazo de tocho de libro que desde varios días la tenía atrapadísima y dejó que así el tiempo continuara pasando. Empezaba a oscurecer y encendió dos velas. Pensó que era una romántica y que por mucho que intentara evitarlo no habría manera de dejar de ser lo que era. Mientras leía, de vez en cuando, distraía su mirada en los edificios a través de la ventana. En un instante cientos de copos blancos empezaron a precipitarse desde el cielo, ansiosos por reposar su conjelada y efímera existencia sobre algún tejado, la rama de un árbol o las flores resecas del dintel de la ventana. Se estremeció al pensar cuanta belleza albergaba aquel suicidio en masa. Agradeció que el termómetro exterior no funcionara: no le apetecía nada saber un dato excato, prefería pensar que solamente, ahí fuera, hacía mucho frío.
1 Comments:
A veces es mejor quedarse en casa y ver el frío desde dentro. Un café o una taza de te y pensar que en otras ventanas estamos todos igual: el mismo y distinto frío en Berlín, en Milán o en Barcelona. Besos desde mi ventana.
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