Un ratito en el deslugar (6)
Ésta era la tercera vez que María viajaba a la misma ciudad pero qué es lo que había cambiado desde su última visita: la ciudad, ella o ambas cosas. Había empezado a cansarse de no encontrar respuestas. Era quizá sólo cuestión de tiempo llegar a cansarse también de hacerse preguntas. Todo era tiempo y el tiempo no era nada.
María viviría durante un mes en una habitación pequeña, con una ventana, una mesa y los libros y la ropa de otra persona. Invadiría ese espacio intentando hacerlo suyo porque a ella pocas cosas le quedaban. La cama estaba a dos metros del suelo, sobre una estructura de madera natural a la que se accedía através de una escalera. Al principio, la idea de dormir en las alturas le gustó pero tras pasar la primera noche cayó en la cuenta de que le daba pánico bajar. Le dió la bienvenida a una nueva contradicción en su vida: amaba subir y odiaba bajar pero ninguna de las dos cosas era posible sin la existencia de la otra. Nada podía hacer. Le preguntó a sus sueños si tenían vértigo a lo cual respondieron que no. Así… bueno, supuso que podría dormir tranquila.
María viviría durante un mes en una habitación pequeña, con una ventana, una mesa y los libros y la ropa de otra persona. Invadiría ese espacio intentando hacerlo suyo porque a ella pocas cosas le quedaban. La cama estaba a dos metros del suelo, sobre una estructura de madera natural a la que se accedía através de una escalera. Al principio, la idea de dormir en las alturas le gustó pero tras pasar la primera noche cayó en la cuenta de que le daba pánico bajar. Le dió la bienvenida a una nueva contradicción en su vida: amaba subir y odiaba bajar pero ninguna de las dos cosas era posible sin la existencia de la otra. Nada podía hacer. Le preguntó a sus sueños si tenían vértigo a lo cual respondieron que no. Así… bueno, supuso que podría dormir tranquila.
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