Las horas del manubrio (12)

Cada mañana sentía el latido de una vida paralela, una vida como a golpes. Y si esto tenía sentido o no, empezaba a resultar poco importante. Cogió su cuerpo y se tumbó en el suelo de la terraza. Miró el cielo. Empezó a imaginar figuras y a generar historias. No le atacó la melancolía. Ella, de pequeña, nunca se había tumbado a contemplar el cielo porque, entonces,tenía suficiente con pasar las horas sentada en la taza del water de casa de su abuela, viendo como sus pies colgaban y como, de entre las baldosas, emergían dragones. Ahora era imposible sentarse en la taza de su propia casa sin notar el frío del suelo bajo las plantas de los mismos pies y el odio por las baldosas de diseño, tan asépticas y lógicas, tan sin sal. Ahora que el tiempo había pasado sin querer y con la conciencia demasiado evidente de que sentada en el lavabo no iba a suceder absolutamente nada, ahora era el momento de salir a la terraza y descubrir, con la energía de la niña por la que nunca sentía melancolía, que había un cielo, ahí arriba, un poco colgado, en el que detenerse a coleccionar.

“Cosas de quita y pon.
Mariposas de sangre marrón,
No me quieras querer.
No me quieras matar.
Corazón.”


Sabina

2 Comments:

Blogger Grock said...

Me sigue sin aburrir, me sigue hipnotizando y estimulando la imaginación esto que escribes.
Te debo una carta o dos o tres, seguro que caerá en breve, pero mientras tanto, un abrazo enorme, esperando que vaya genial

sábado, 21 julio, 2007  
Anonymous Anónimo said...

en noches de insomnio como ésta, me gusta asomarme a tu ventana, siempre es un placer leerte, besos desde el bosque.

lunes, 23 julio, 2007  

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