Las horas del manubrio (12)
Cada mañana sentía el latido de una vida paralela, una vida como a golpes. Y si esto tenía sentido o no, empezaba a resultar poco importante. Cogió su cuerpo y se tumbó en el suelo de la terraza. Miró el cielo. Empezó a imaginar figuras y a generar historias. No le atacó la melancolía. Ella, de pequeña, nunca se había tumbado a contemplar el cielo porque, entonces,tenía suficiente con pasar las horas sentada en la taza del water de casa de su abuela, viendo como sus pies colgaban y como, de entre las baldosas, emergían dragones. Ahora era imposible sentarse en la taza de su propia casa sin notar el frío del suelo bajo las plantas de los mismos pies y el odio por las baldosas de diseño, tan asépticas y lógicas, tan sin sal. Ahora que el tiempo había pasado sin querer y con la conciencia demasiado evidente de que sentada en el lavabo no iba a suceder absolutamente nada, ahora era el momento de salir a la terraza y descubrir, con la energía de la niña por la que nunca sentía melancolía, que había un cielo, ahí arriba, un poco colgado, en el que detenerse a coleccionar.
“Cosas de quita y pon.
Mariposas de sangre marrón,
No me quieras querer.
No me quieras matar.
Corazón.”
Sabina
“Cosas de quita y pon.
Mariposas de sangre marrón,
No me quieras querer.
No me quieras matar.
Corazón.”
Sabina
2 Comments:
Me sigue sin aburrir, me sigue hipnotizando y estimulando la imaginación esto que escribes.
Te debo una carta o dos o tres, seguro que caerá en breve, pero mientras tanto, un abrazo enorme, esperando que vaya genial
en noches de insomnio como ésta, me gusta asomarme a tu ventana, siempre es un placer leerte, besos desde el bosque.
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